La ciudadana hispano-mexicana Estíbaliz Carranza, de 34 años, fue condenada a cadena perpetua por el asesinato de su exmarido en 2008 y de un novio en 2010, a los que descuartizó y cuyos restos escondió en el sótano de la heladería que regentaba en Viena. El veredicto fue anunciado por un jurado tras cuatro días de un juicio que comenzó con la acusada reconociendo la comisión de los dos crímenes.

La pena de cadena perpetúa dictada por la juez incluye el internamiento en un centro para criminales con desequilibrios mentales, ya que el peritaje psicológico consideró que, aunque es responsable de sus actos, Carranza padece de un grave trastorno de personalidad. En sus palabras finales antes de la deliberación del juzgado, Carranza aseguró entre sollozos que lamentaba haber matado a sus víctimas.

Tras escuchar el veredicto sin mostrar emoción, Carranza consultó con sus abogados y anunció la interposición de una apelación y un recurso de nulidad.

La última jornada del juicio estuvo marcada por el testimonio de la experta que realizó el peritaje sicológico de Carranza y que asegura que no hay motivos para considerar que la procesada no era responsable de sus actos. "Siempre tuvo claro lo que era correcto y lo que no", declaró la psiquiatra Adelheid Kastner, quien descartó que los asesinatos pudiesen ser considerados crímenes pasionales.