El pasado lunes la investigación sobre el crimen de la abogada María Ángeles Lousa Gayoso, ocurrido en su chalé de Madrid el pasado 1 de julio, el día de la final de la Eurocopa, daba un giro inesperado. La Policía Nacional detenía al hijo de esta letrada originaria de Betanzos como supuesto autor del homicidio. Un resto capilar suyo bajo las uñas de la víctima y las supuestas contradicciones en las que incurrió el joven en su versión de que habían sido unos encapuchados los que acabaron con la vida de su madre y lo hirieron a él dejándolo momentáneamente inconsciente llevaron a los investigadores a arrestarlo. A mayores, no se encontró ninguna prueba en la casa que confirmase la tesis del asalto.

Tras el sorpresivo arresto, el chico pasaba a disposición de la juez, quien decretó su prisión provisional eludible con una fianza de 25.000 euros. Una cantidad que pagó inmediatamente su padre y marido de la víctima y que le permitió recuperar su libertad. Y es que frente al criterio policial, toda la familia lo apoya y cree su versión que de fueron unos ladrones quienes golpearon mortalmente a la letrada en la cabeza, según publica El Mundo en su suplemento Crónica. Lo que todavía se ignora es una de las claves en cualquier investigación criminal de este tipo: el móvil.

Ramón Sánchez Lousa, de 32 años, se licenció en Derecho en una universidad privada y estaba preparando las oposiciones a notario, siguiendo así los pasos de su padre, que tiene una notaría en el barrio de Salamanca de Madrid, donde trabajaba también la fallecida. Nadie se esperaba que este joven con una vida totalmente normal acabase detenido por el crimen que le costó la vida a su madre, que tenía 62 años.

"Todo es una canallada de la Policía", afirmó Manuel Lousa, el nonagenario abuelo coruñés del joven, a El Mundo, e insistió en que su nieto es "inocente" y que la relación entre Ramón y su madre era "idílica".

Aquella noche del 1 de julio el sospechoso vio la final de la Eurocopa con sus padres y su novia en el chalé familiar de Puerta del Hierro. Ya finalizado el partido, la mujer se encontró mal y se fue para su habitación. El resto se quedó en el jardín. Y ocurrió todo. Según la versión que del joven, que ha pasado de testigo a imputado, cuando entró en la vivienda vio a tres encapuchados. Uno de ellos lo golpeó por la espalda, perdiendo momentáneamente el conocimiento. Cuando se recuperó, los ladrones ya no estaban y su madre estaba ya fallecida.

Fue este chico quién dio la alerta. La Policía Nacional comenzaba una investigación en la que, inicialmente, la principal hipótesis era la del asalto. Pero poco a poco, al menos para los agentes, la versión del robo fue tornándose cada vez más débil. En la casa no había nada forzado, en las cámaras de seguridad de la lujosa urbanización donde sucedió el homicidio no se vio nada anormal y tampoco la empleada de la familia, que según publica el diario madrileño estaba en la cocina, escuchó nada.

Cuando estaban a punto de cumplirse cinco meses desde el suceso, las pruebas de ADN pusieron en alerta a los agentes. Se halló un resto capilar del joven en las uñas de su madre. Es la principal prueba incriminatoria con la que cuentan los investigadores. A mayores, según la Policía, Ramón incurrió en contradicciones en su relato sobre el número de encapuchados que había en la casa. Si inicialmente habría dicho que fueron tres, en otros testimonios habría apuntado a dos. Ahora, la investigación continúa. El conocido penalista González Rodríguez Mourullo lleva la defensa del joven.