Pueblos enteros convertidos en amasijos de escombros, cadáveres hasta en las copas de los árboles y ríos de desolación provocados por olas que llegaron a superar los seis metros de altura. Esa es la dolorosa imagen que ha dejado el supertifón Haiyan a su paso por Filipinas, un país en el que a última hora de ayer ya se habían contabilizado más de 10.000 muertos sólo en una de las provincias afectadas por la tragedia. La cifra de fallecidos, según fuentes del Gobierno filipino, subirá a medida que los equipos de rescate vayan accediendo a las poblaciones que aún se encuentran aisladas. En la ciudad de Guiuan, el primer punto de contacto del tifón, residen 40.000 personas con las que se ha perdido todo contacto. Muchas carreteras están destruidas y las comunicaciones y el suministro eléctrico están cortados en muchos lugares. El tifón Haiyan, también bautizado como Yolanda, llegó a provocar rachas de viento de hasta 378 kilómetros por hora que arrasaron todo a su paso. El embajador de España en Filipinas, Jorge Domecq, aseguró ayer que hasta ese momento no había ningún español entre las víctimas mortales.

Uno de los epicentros de la catástrofe se sitúa en la capital de la isla de Leyte, concretamente en su capital Tacloban, una ciudad de 220.000 habitantes y la más grande de la citada provincia. No obstante, a consecuencia del tifón alrededor de medio millón de personas han tenido que ser desplazadas de sus hogares y otros 4,5 millones se han visto afectadas en 36 provincias diferentes. En la isla de Samar, por ejemplo, ya se habían confirmado ayer al menos 300 personas muertas y otras 2.000 desaparecidas. La mayoría de los muertos perecieron a consecuencia de los derrumbes provocados por el fuerte viento, aunque muchas de las bajas se deben a la subida de las mareas y el fuerte oleaje, unos efectos similares a los de un tsunami. "Tacloban está totalmente destruido. Hay gente a la que se le ha ido la cabeza por el hambre y por haber perdido a sus familias", aseguraba ayer Andrew Pomeda, un profesor de 36 años.

Otra de las consecuencias de la trágica situación son los disturbios ciudadanos. "La gente se está volviendo violenta. Están saqueando negocios, centros comerciales, en busca de comida, arroz y leche. Los supervivientes caminan como zombis buscando comida", explicó una estudiante de medicina de Leyte. "El agua era tan alta como un cocotero", relató Sandy Torotoro, de 44 años. "Salí del Jeep y fui barrido por el agua, con maderos, árboles y nuestra casa, que fue arrancada de sus anclajes. Cuando nos llevaba el agua, mucha gente estaba flotando", explicó otro ciudadano de Tacloban.