El corazón de los sesenta mil habitantes de la localidad portuguesa de Póvoa de Varzim recibió ayer el duro golpe de una tragedia familiar que acabó conmocionando a todo el país. Considerada como la más violenta de la última década, ocurrió a primera hora de la mañana en un bar de la parroquia de Estela, donde Paulo Sergio G.D.S., un portugués con negocios en Tui y domiciliado en Goián (Tomiño), entró en el interior blandiendo una pistola y un revólver. Sin mediar palabra disparó contra su exmujer, su exhijastro y la exsuegra. Los cuerpos aún se removían en el suelo encharcado de sangre cuando decidió continuar la matanza en la vivienda de la familia. Conectada con el local a través de unas escaleras, por aquí bajo Paulo para descargar sus últimas balas contra su exsuegro, a quien horas después señaló ante la GNR como instigador de su arrebato criminal por presionarle para cobrar una deuda.

Un cuádruple asesinato que casi le cuesta la vida al hijo de 16 años que, junto a otra niña de 10 -en ese momento, en la escuela-, tuvo el matrimonio que Paulo y Silvia formaron hasta que hace dos firmaron su divorcio. "El niño se salvó del tiroteo aunque no se sabe si también iba contra él", confesaba a FARO el teniente coronel de la GNR, Silva Ferreira. Un milagro. Tan pronto vio a su padre disparando, sorteó la balacera y, despavorido, huyó hacia la casa de un vecino.

Eran cerca de las diez de la mañana -hora española- cuando la pequeña calle del café São Tomé perdió la tranquilidad que suele presidir el desayuno. Policías, bomberos, ambulancias..., y muchos vecinos queriendo saber del macabro resultado. Cuatro familiares muertos: Silvia Lima (de 42 años), su hijo, Renato Miguel (de 23); y los padres de ella y abuela de este joven, Domingos Lima y María de Fátima (ambos de 70 años). "Hay más víctimas, y no físicas", precisaba el alto cargo de la GNR, en referencia al menor que salvó la vida y a otros familiares que paralizados por el shock fueron atendidos por psicólogos del INEM (Instituto de Emergência Médica).

Póvoa de Varzim -ciudad costera muy conocida por su casino, ubicada a hora y media en coche desde Vigo- asistía atónita a lo que veía y escuchaba en los medios de comunicación, y pendiente del arresto del autor del espeluznante crimen. Varios vecinos lo vieron salir a toda velocidad a bordo del Mercedes que aparcó junto al café de sus exsuegros. Y poco después de confirmarse su matrícula, el vehículo, propiedad de su empresa -dedicada a la instalación de falsos techos y con domicilio fiscal en Tui- ya figuraba en todas la patrullas de la GNR, que avisó a su vez a las autoridades españolas para que bloquearan los puentes que cruzan el Miño ante la posibilidad de que el fugitivo intentase entrar en Galicia.

Poco antes de las once de la mañana, mientras la Guardia Civil vigilaba el tráfico en los viaductos, y la Policía Nacional, el domicilio actual del sospechoso -en un bajo situado en la plaza de la iglesia de Goián (Tomiño)- , Paulo acababa empotrando su coche contra unas vallas a la altura del supermercado Intermarché, cerca de Valença. Perdió el control agobiado por la persecución de las patrullas. "No ofreció resistencia", apuntó el teniente coronel Silva Ferreira. Varios conductores observaron cómo el detenido era encañonado por los agentes cuando salía del Mercedes, en cuyo interior aparecieron la pistola y el revólver (de los calibres 6.35 y 0.32). Armas con las que perpetró, disparando en al menos diez ocasiones, el cuádruple asesinato que Portugal tardará mucho tiempo en olvidar.

Póvoa de Varzim es una población acostumbrada a las desgracias. Al tratarse de una villa marinera, los naufragios sacuden de cuando en vez a sus vecinos, como fue el caso del Mar Nosso hace poco más de un año. Sin embargo, la masacre sucedida ayer en la parroquia de Estela no es algo que alguien se pudiera imaginar. "Era un hombre sociable. Nadie podía imaginar que hiciera esto", decía ayer Manuel, uno de los vecinos que conoce al supuesto asesino, desde hace años. Sin embargo, parecía que el supuesto asesino tenía una determinación, según comentaba una de las vecinas que ayer abarrotaron la estrecha calle en la que sucedió todo. "Ya había amenazado con que un día los mataría a todos en el bar", indicó.