El epicentro de la explosión ocurrida en la parroquia tudense de Paramos parece una zona de guerra. El olor a quemado todavía es intenso. El lugar continúa acordonado y bajo la vigilancia de la Guardia Civil, que quiere evitar con ello que se produzcan robos y expolios en las múltiples viviendas afectadas por la deflagración, así como que ese punto, por el que hay que caminar con precaución, se llene de curiosos. Aún hay casas con peligro de derrumbe.

Al lugar ya han acudido residentes de viviendas dañadas a intentar recuperar enseres. Antes de acceder, técnicos municipales y bomberos, según explicaban en el punto, valoran de forma previa si es seguro entrar en los inmuebles. Una vecina, Sonia Alén, abandonaba ayer la zona con una allegada. Llevaba en sus manos fotografías, una de su hija, y un libro. Pudieron recuperar otros enseres en anteriores visitas. La mujer residía en una de las casas más afectadas con su familia. Una hija sigue en el hospital. "Tiene quemaduras en la espalda", relata. "Cuando fue la explosión nos encontrábamos en casa, estamos vivos de milagro; nos cayó el techo encima...", recuerda. "De repente nos quedamos sin nada; estamos en el hotel esperando a que nos alojen en algún lugar", reconoce.