Una convivencia familiar de una vecina de Vigo y su hijo ya adulto "complicada", con "continuos altercados" provocados por este hombre, que desembocó, una mañana de julio de 2017, en un desagradable incidente en el que llegó a propinar un puñetazo en la cara a su madre y a amenazarla de muerte para que le diera dinero. Insistía sin parar. "Si no me lo das mandaré a unos extranjeros para que te rompan las piernas", le gritó. Esta violenta escena, ocurrida cuando viajaban en coche, derivó hace escasas semanas en una condena en uno de los juzgados de lo Penal de la ciudad olívica. El acusado, que padece un trastorno de personalidad y problemas derivados del consumo de sustancias estupefacientes, admitió lo ocurrido y aceptó 19 meses de cárcel por un delito de robo violento -arrebató a su progenitora la cartera donde guardaba 100 euros- y otro de maltrato. Además, no podrá acercarse ni ponerse en contacto con la mujer durante medio año.

La sentencia evidencia la gravedad de la violencia doméstica, que es la que se produce en el seno de la familia -no se incluyen en esta denominación los casos de violencia de género-. En este supuesto concreto el maltrato lo ejerció un hombre hacia su madre, pero la problemática no se queda ahí. Las víctimas, como ocurrió aquí, son muchas veces los progenitores, pero en otras ocasiones quienes se ven afectados por esta violencia son los hijos, los nietos, los abuelos... Y no es algo excepcional, como desvelan las estadísticas de la Fiscalía de Galicia. La última memoria, la relativa a 2017, arroja que a lo largo de ese año se registraron en toda la comunidad más de un millar de causas por delitos ocurridos en el ámbito doméstico. Las denuncias aumentaron un 13% con respecto al ejercicio anterior.

El maltrato ocasional representa seis de cada diez casos. En números totales, el año pasado se incoaron 664 procedimientos por este tipo de conducta. Otros 198 merecieron el calificativo jurídico de maltrato habitual. Es aquel que no se queda en algo puntual, que se prolonga en el tiempo. Y el tercer delito más frecuente son las lesiones (hubo 102 denuncias), seguido de los quebrantamientos de las órdenes de alejamiento que se imponen (52) y de las amenazas y coacciones (30).

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¿Cómo es el devenir de estos procedimientos en los juzgados? Como ocurre en otro tipo de delitos, muchos de estos casos acaban en archivo, al no haber pruebas o al acogerse las víctimas a su derecho a no declarar, una dispensa que la Ley de Enjuiciamiento Criminal permite cuando hay una relación estrecha de parentesco. Así, si en 2017 se abrieron más de mil procedimientos por violencia doméstica, el número de calificaciones realizadas por los fiscales gallegos en casos que finalmente fueron a juicio fue bastante inferior: concretamente 378. Y en lo que se refiere a condenas, sumaron un total de 234. Casi la mitad de estas sentencias se dictaron con la conformidad del acusado. Es decir, con la confesión de los hechos que los llevaron a una sala de vistas.

Mientras dura la instrucción judicial, el paso previo a que se celebre el juicio, el magistrado, en función de la gravedad de los hechos denunciados, puede adoptar medidas cautelares. La más frecuente, igual que ocurre en la violencia machista, fue la adopción de órdenes que impiden al presunto agresor acercarse o comunicarse con la víctima. Se adoptaron en 66 de los casos investigados. Y no tan habitual, pero más contundente, es la prisión provisional. Los jueces enviaron en 2017 en Galicia a 16 personas a la cárcel de forma preventiva, a la espera de la vista oral, por maltrato a familiares directos: hijos, progenitores u otro tipo de allegados.

Esta medida, la del encarcelamiento, fue por ejemplo la que adoptó en la primavera de este mismo año un juzgado de Instrucción de O Porriño en relación con a un hombre por supuestas lesiones y amenazas a su progenitor. Permaneció medio año en prisión hasta que a finales de este pasado octubre la Audiencia Provincial de Pontevedra decretó su libertad provisional con medidas cautelares. Una de ellas, no acercarse al domicilio donde vivía con sus padres.