Bernardo Montoya, principal y único sospechoso de la muerte de la profesora Laura Luelmo en Huelva, fue detenido ayer cuando intentaba huir al verse vigilado por la Guardia Civil. Vecino de la joven y recién salido de la cárcel, este hombre de 50 años estaba en el punto de mira desde la desaparición de la zamorana. Su amplio y violento historial delictivo no le ayudaba, porque entre otros incluye un asesinato, el de una octogenaria a la que mató a puñaladas con un machete hace más de dos décadas. El arrestado había abandonado la prisión hacía dos meses tras cumplir su última condena, impuesta por dos robos con violencia a sendas mujeres.

El arresto de Montoya se produjo un día después del hallazgo del cadáver de Laura, que estaba a unos cuatro kilómetros de la casa de la localidad de El Campillo donde se acababa de instalar. Oculto entre hojas de jara y arbustos, su cuerpo estaba semidesnudo y tenía signos de violencia. El informe preliminar de la autopsia desveló ayer que la joven murió a consecuencia de un traumatismo craneoencefálico causado por un fuerte golpe en la cabeza. La joven profesora, que apareció maniatada, permaneció entre dos y tres días con vida tras su desaparición el miércoles 12 de diciembre, según desvela el examen forense, que fija el día de la muerte entre el 14 y el 15 de diciembre, entre ese viernes y sábado, indican fuentes de la investigación, que sospechan que el asesino la retuvo antes de matarla o si pudo quedar malherida por la brutal agresión y fallecer con posterioridad. El examen forense no arrojará más luz hasta que no se analicen las pruebas de ADN que se remitirán al Instituto Toxicológico y concretarán cómo actuó su asesino, ante el que se defendió, dadas las heridas que presenta el cuerpo de la joven.

Corpulento, de mirada dura e intimidatoria, detenido ayer por la Guardia Civil que venía haciéndole un seguimiento desde que desapareció la joven, el 12 de diciembre. Ese mismo día se esfumó del pueblo en su Alfa Romeo negro. Su arresto se produjo a primera hora de la mañana de ayer, cuando el sospechoso se percató de que los agentes le seguían cuando conducía su coche, que paró de forma sorpresiva para intentar huir a pie campo a través, según las informaciones difundidas. El principal sospechoso se instaló en la casa de clan Montoya al salir de prisión en octubre, en el número 1 de la calle Córdoba de la tranquila localidad de El Campillo, al que hace sólo unos días llegó una vecina nueva. Una profesora que se instaló en el número 13. A sólo 187 metros de distancia. Era Laura Luelmo, de 26 años, que había alquilado a una compañera de trabajo una casa rehabilitada para pasar los dos meses que duraría su contrato, iniciado este mismo diciembre, para cubrir la baja en el instituto.

La joven le había contado a su novio que el hombre se sentaba a la puerta de su casa y la observaba con descaro cuando ella pasaba. La intimidaba. Laura desapareció el pasado miércoles. Habló con su novio y le dijo que iba a salir a correr. No se supo nada más de ella. El jueves saltaron las alarmas, cuando no fue al trabajo ni respondía al teléfono.

Bernardo fue el principal sospechoso. Primero, por lo que Laura le había contado a su novio y por sus antecedentes penales. Y después porque tras desaparecer la joven e iniciarse su búsqueda, él se marchó del pueblo y fue a refugiarse a Cotagena, la localidad en la que está asentado el clan familiar, a unos 50 kilómetros de El Campillo. Su hermano gemelo fue señalado asimismo por el caso de la zamorana. También tiene delitos de sangre e historial de agresiones a mujeres, pero los investigadores lo descartaron porque cuando desapareció Laura estaba en prisión. Salió este lunes.

Hasta ayer la Guardia Civil no tendría pruebas directas contra el detenido. El delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, contó que el arresto se produjo ante el riesgo de fuga. "Ahora habrá que probar su participación y será el juzgado el que determine su proceder. Lo mejor es ser prudentes y que la Guardia Civil siga haciendo el magnífico trabajo que está realizando y, una vez que lo pongan a disposición judicial, se pueda probar al menos indiciariamente que ha tenido algún tipo de participación", manifestó.

El principal sospechoso del crimen acababa de cumplir una condena de dos años y diez meses por dos robos con violencia contra mujeres. Eso fue en 2015. Pero su historial delictivo incluye el asesinato de una mujer de 82 años en Cortagena en 1995, a unos 50 kilómetros de El Campillo, por el que fue condenado a 17 años y nueve meses de prisión. En un permiso penitenciario llegó a agredir a una joven. Y le consta un quebrantamiento en otro permiso.

Manuel Montoya, padre de Bernardo, pidió ayer perdón a la familia de la joven. "Si mi hijo lo ha hecho que lo pague", dijo al programa Andalucía Directo, recogidas por Europa Press. La última vez que vio a su hijo, dijo, fue la tarde en que desapareció la joven.

La juez que investiga el crimen de la joven zamorana, la titular del Juzgado número 1 de Valverde del Camino (Huelva) que decretó el lunes secreto de sumario, se desplazó hacia las 11.30 horas de ayer a El Campillo para el registro de la casa que la joven zamorana tenía arrendada a una compañera del Instituto Vázquez Díaz de Nerva y la del presunto agresor para recoger pruebas que puedan arrojar luz sobre el suceso. Al parecer, la vivienda de B.M.N. presentaba un aspecto desordenado que podría indicar una precipitada partida. Cuatro horas permanecieron en el lugar los expertos de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil y la policía judicial y científica de este Cuerpo en Huelva, pesquisas de las que no ha trascendido ningún dato.

La localización del teléfono móvil de Laura centra también la investigación, clave para rastrear el recorrido que pudo hacer la joven, sola o acompañada por quien la arrebató la vida; arrojar datos que puedan indicar por qué la última conexión a la red se produce a nueve kilómetros al norte de El Campillo y el cadáver se localiza a 4 kilómetros al noroeste del municipio, próxima a la carretera Nacional 435, en un terraplén, rodeada de una masa de vegetación que dificulta su acceso a pie. Los restos de ropas de mujer interceptados a 200 metros de la víctima dieron la pista a un voluntario de Cruz Roja que batía de nuevo la zona.