En ocasiones uno no debe fiarse de las apariencias. Esta fue la máxima de partida de los agentes la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de Madrid que en 2009 cogieron las riendas del caso Déborah. Por aquellas fechas, habían transcurrido ya siete años desde que en 2002 el cadáver desnudo de la joven había aparecido al lado de la cuneta de una carretera de O Rosal, una zona de maleza tupida donde abundaban zarzas, acacias, helechos y matorrales con flores. Y a más de 40 kilómetros de su ciudad natal, Vigo, la misma en la que había desaparecido diez días antes. Aquel nuevo equipo afrontaba el reto de lograr lo que no habían conseguido los anteriores: la resolución de una causa de una complejidad desconcertante. Cierto que casi desde el principio la lupa policial se posó sobre un sospechoso del entorno de la joven, pero por saber, ni siquiera se sabía cómo había fallecido la víctima. Causa de la muerte "indeterminada", rezaba a modo de conclusión el informe de los médicos forenses.

LA OPINIÓN ha tenido acceso al sumario de un caso que ahora, tras la campaña emprendida por la familia de Déborah, vuelve a ser objeto de investigación policial. A la espera de si estas pesquisas permiten reabrir un procedimiento judicial que de no resolverse prescribiría en tres años, el último atestado que consta en las diligencias es ese de 2009 y 2010 en el que los agentes decidieron ser "reticentes ante lo aparente". Lo "aparente" era que quien había hecho aquello a Déborah tendría que ser "necesariamente" el varón al que pertenece el ADN del semen hallado en el cuerpo de la joven. Parecía lo lógico y de hecho en eso se centró la Policía Nacional los primeros años. Pero... ¿Y si no fuera así? ¿Y si aquello era en realidad una maniobra para despistar? ¿O una "maquinación", como describe literalmente el documento policial?

Así que aquellos agentes, que bautizaron sus indagaciones como operación Arcano, realizaron planteamientos "alternativos" para tratar de explicar los hechos. Y expusieron cuatro tesis distintas de lo que le habría sucedido a Déborah. Y la bautizada como Hipótesis D era, a ojos de estos expertos, la más probable. Esa tesis exponía que quien se topó con la viguesa el día de su desaparición era alguien "estrechamente relacionado con ella" , que adoptó "máximas precauciones" para limpiar cualquier vestigio del cuerpo y también a la hora de deshacerse de él. Y que, para que no lo relacionaran con aquello, creó un escenario "artificial" en torno al cadáver. Lo que sugerían era que el semen hallado en el cadáver fue introducido post mortem. "Es posible obtenerlo [el semen de un varón anónimo] en algunos lugares conocidos en todas las ciudades", decían. La retorcida maniobra se habría completado con otras pistas falsas: un preservativo usado, su funda y un pañuelo de papel recogidos al lado del cadáver.

Para los investigadores, la explicación a que la persona que estaba con ella la desnudara ya muerta es que temiese que en la ropa quedasen vestigios biológicos que lo incriminase. El cadáver estuvo oculto días en un lugar cerrado con temperatura más baja de la ambiental, quizá un arcón frigorífico.