El expresidente y exguerrillero uruguayo José Mujica se convirtió sin querer ayer en la estrella del Festival de cine Venecia suscitando aplausos por su sencillez y su deseo de ser una referencia ética para el mundo. "Yo no soy una estrella, yo nací estrellado", aseguró Mujica durante la presentación oficial del documental del director serbio Emir Kusturica, El Pepe, una vida suprema, dedicado a su visión del mundo, a sus convicciones políticas y éticas. "Estoy aquí exclusivamente por un amigo, un amigo que se llama Kusturica. Mi mundo es otro, no sé si mejor o peor, pero otro", reconoce.

Mujica, de 83 años, que dejó hace poco su banco en el Senado para dedicarse a "la batalla de las ideas", aceptó participar en el festival veneciano, donde fueron proyectadas dos películas que se inspiran en su vida. "Pepe, Pepe, Pepe", gritaba un pequeño grupo de estudiantes a la entrada de la proyección del documental, en el que Kusturica hace un retrato afectuoso del presidente pobre, que rompía protocolos, usaba sandalias y pantalón pescador y llevó a cabo reformas como la legalización de la marihuana.

"Eso de que soy el presidente más pobre, no. Yo no soy pobre, es una opción de vida. Soy algo así como un neoestoico", explicó con tono gracioso. La empatía con el cineasta serbio, una suerte de representante del realismo mágico en el cine con cintas como Underground va más allá del rito del mate con el que comienza el documental. "La primera vez que vi a Mujica estaba conduciendo un tractor. Me indicaron: ese es el presidente. Me dije a mí mismo: ese es mi hombre", señaló el cineasta que pasó tres años conversando con Mujica.