"¿Se puede agradecer en la vida tener un ataque al corazón?". Esta era la pregunta que se hacía Antonio Banderas en la noche del sábado, tras tocar la gloria en el Festival de Cannes. Su interpretación el Dolor y gloria, su octava película a las órdenes de Pedro Almodóvar, le ha dado al intérprete español su primer gran premio, el que le reconoce como Mejor actor del certamen francés. Un reconocimiento que le llega al malagueño, de 58 años, en pleno proceso de reinvención tras el infarto que sufrió dos años atrás.

"No hay mal que por bien no venga, dicen, ¿verdad?. Hay cosas que ocurren en la vida y que uno las ve venir como un tren agresivo que trata de tumbarte, pero que si las pasas te hacen reflexionar sobre la vida, sobre uno mismo, y en la profesión de un artista esas cosas son muy importantes", reflexionaba Banderas en Cannes, en una conversación con la prensa tras alzarse con el galardón. El ataque al corazón, afirma, le sirvió para "eliminar la paja, las tonterías, el coche que te vas a comprar". Aquel episodio, confiesa, despertó algo en él. Almodóvar, a quien conoce desde hace cuarenta años, lo vio, y le invitó a trasladarlo a la pantalla.

Dolor y gloria fue catárquica para el intérprete malagueño, y también le sirvió para reconducir su relación con Almodóvar, que había quedado un tanto dañada después del enfrentamiento creativo que mantuvieron durante el rodaje de La piel que habito, en 2010. "Pedro, el puñetero, no te deja utilizar todo lo que te da", de ahí que "muchos actores se enfrenten a él, porque es un 'no' continuo", confiesa Banderas. En aquella ocasión, el cineasta le pidió al que fuera su actor fetiche una economía gestual, y una sumisión a sus propios criterios creativos, que el malagueño, retornado a España como rutilante estrella de Hollywood, no consideraba adecuados. Banderas acabaría cediendo a las pretensiones del director, y tras ver el resultado de la película le daría la razón.

Tras el ataque al corazón, Almodóvar reclamó de nuevo a Banderas. El cineasta percibió el cambio en el intérprete, cierta liberación tras superar esa crisis, e intuyó que podía protagonizar el que probablemente sea su filme más personal, una película marcadamente autobiográfica.

"Quiero al Banderas franco y nuevo", le dijo Almodóvar al actor. Y el malagueño se lo dio, y se entregó por completo para encarnar a Salvador Mallo, el alter ego de Almodóvar en Dolor y gloria. El personaje por el que este sábado un jurado presidido por el dos veces ganador del Oscar Alejandro González Iñárritu le otorgó el premio al Mejor actor del Festival de Cannes. El primer gran galardón de la carrera de Antonio Banderas.

Porque el malagueño, pese a su fama mundial y a cosechar un sinfín de nominaciones, nunca había ganado un gran premio. En su trayectoria acumula cuatro nominaciones a los Globos de Oro, otras cuatro a los premios Goya, dos a los Emmy y una a los Tony, los grandes premios del teatro estadounidense. No alzó ninguno, como tampoco el Oscar o la Copa Volpi del Festival de Venecia, los grandes galardones a los que aspira todo actor. Sí lograron varios de estos hitos, Oscar incluido, dos intérpretes como Javier Bardem y Penélope Cruz, que transitaron por la senda hacia la Meca del cine que abrió Banderas hace ya casi tres décadas, pero no el malagueño, cuyo talento y audacia no habían obtenido recompensa.

Como si la vida emulase a una canción de Queen, Banderas tuvo que sufrir un certero ataque al corazón para alcanzar, por fin, un gran premio. Quien sabe si Salvador Mallo le dará alguna alegría más al actor. Ya lo decía el título: Dolor y gloria.