Fue un regreso emocionante después de 47 días apartado de los micrófonos luchando contra el COVID. El director del espacio radiofónico La Ventana, (Cadena Ser), Carles Francino, relató ayer el infierno vivido. “He vuelto, ha costado, pero estoy aquí otra vez”, comenzaba el comunicador, de 63 años. “Llevo más de 40 años ejerciendo de periodista y he vivido momentos singulares, pero, sinceramente no recuerdo uno tan especial como el de hoy, por muchos motivos. Me gustaría poder compartirlo, porque la radio es eso, compartir. No es que yo haya vivido algo diferente a lo de miles de familias, pero hace 47 días me dijeron que tenía que marcharme de la radio. Había tenido un contacto con un positivo y me fui a casa”, explicaba. “A los cinco días de dar positivo, tuve que ingresar de urgencia en la Fundación Jiménez Díaz, con una saturación de oxígeno y unos ánimos muy bajitos”.

Desvelaba perdió entre 6 y 7 kilos, e incluso la voz. “Las pasé canutas, sobre todo durante 48 horas: los indicadores eran malos, incluido un ictus del que, afortunadamente, parece que no me han quedado secuelas”. Además, el contacto estrecho, “que es un familiar muy próximo, murió el 12 de abril. Y otra persona muy próxima se recupera lentamente tras pasarse casi un mes en la uci. Mi mujer y mis hijos pequeños también lo sufrieron, pero con menor virulencia”.

Aprovechó su regreso a las ondas para lanzar una reflexión. “¿Es posible que nos hayamos olvidado de los sanitarios? ¿Dónde han quedado los aplausos de las ocho de la tarde? Todos los homenajes, todos los reconocimientos, se quedan cortos”, proseguía, haciendo hincapié en el cansancio del que ha sido testigo en el personal sanitario.

También del cabreo. “Dentro del Clínico de Madrid se escuchaba el ruido del botellón que había en la calle el sábado. No tiene nombre. El COVID ha afectado a mucha gente, pero a otra mucha no. Y tengo la sensación de que, en ese segundo grupo, las alusiones a hospitalizados y muertos, molestan. Dónde nos deja eso de no nos molesten”, finalizó.