Llega un nuevo curso y es hora de preparar todo el material escolar: libros, pinturas, lápices, mochilas, etcetera, pero no debemos olvidar que hay algo que también debemos revisar y es la visión de nuestros hijos.

No podemos olvidar que un amplio porcentaje de los niños que acusan fracaso escolar es debido a déficit de visión no corregido a tiempo. La visión de los niños debe controlarse desde los primeros meses de vida, existiendo procedimientos para valorar la visión de forma adaptada a cada edad desde el nacimiento, así como también podemos valorar los posibles déficit de visión (miopía, hipermetropía y astigmatismo) desde los primeros meses de vida, anticipándonos a la posibilidad de aparición de un ojo vago por la no corrección de los mismos.

Para ello, es siempre necesaria la dilatación de la pupila por nuestro oftalmólogo pediátrico con las conocidas e infundadamente temidas "gotitas", que debe hacerse en la primera revisión independientemente de la edad y podremos valorar de una forma objetiva la posible necesidad de empleo de gafas en el presente y sus posibilidades futuras de tener que llevarlas, lo cual siempre inquieta notoriamente a las familias en las que los padres emplean gafas o padecen algún grado de ojo vago.

La valoración de problemas como miopía, hipermetropía o astigmatismo es importante corregirlos lo antes posible, pues pueden conducir al desarrollo del conocido ojo vago u ambliopía, el cual para su tratamiento requerirá en ocasiones no solo del empleo de las gafas, sino además del por todos conocido parche o de otras alternativas al mismo como los filtros penalizadores, gotas, etcetera, siempre bajo el estricto control de nuestro especialista, pues no todos los métodos son iguales y deben prescribirse de forma individualizada a cada caso y situación.

No nos cansaremos de decir que no es necesario que un niño sepa leer o conozca los números o letras para poder saber su visión. Los oftalmólogos infantiles no requerimos que el niño nos colabore para poder precisar su déficit visual. Debemos desterrar esa idea de esperar hasta los 4-6 años para realizar la primera valoración. Eso solo lleva a incrementar el número de niños con ojo vago que requerirán tratamiento.

No olvidemos que un niño no sabe lo que es ver bien si nunca ha visto bien y nos sorprendería la cantidad de niños que creen que es normal ver mejor con uno de los dos ojos, porque siempre han visto peor con uno de ellos.

Esto sumado a que muchos de nuestros hijos (que son pequeños, pero más inteligentes y picaros de lo que muchas veces pensamos), saben que ir al médico por ver mal puede suponer el necesitar usar gafas y eso no lo quieren, se buscan mil artimañas para evitar manifestar dicha deficiencia. Nos sorprendería saber cuántos niños no ven bien la pizarra y copian los apuntes del compañero de pupitre, lo cual conlleva retrasos en los estudios, en niños que por el contrario son sumamente inteligentes y hábiles para intentar engañarnos su situación sin emplear gafas.