Las llamas siguen vivas, pero lo peor está siendo el viento. Con rachas por encima de los 100 kilómetros por hora, una Tramontana violenta ha hecho aún más voraz el incendio que asola el extremo norte de la Costa Brava, ha complicado el trabajo de las casi cien dotaciones de bomberos que intentan poner freno al desastre que empezó a mediodía del viernes en la zona de Portbou. Ya son más de 400 hectáreas quemadas, dos nucleos urbanos confinados, Colera y Portbou, más de 150 personas acogidas tras verse atrapadas en unas carreteras atestadas de turistas. Los cortes en el suministro eléctrico, de varias horas para miles de afectados, se añaden a esa idea de un paraíso costero convertido en ratonera que ilustran otras muchas imágenes, como la del helicóptero recogiendo agua de la orilla a apenas unos metros de los bañistas.

El origen del fuego, se da casi por hecho que ha sido por actividad humana, no necesariamente intencionada. Pero más aún que la investigación sobre la autoría preocupa contener el fuego en el flanco norte, el más temido, aprovechando que la Tramontana da una tregua antes de volver a soplar con fuerza.