[endif] La ciudad de Vigo debería haber corrido mejor suerte con el lugar que le han dedicado en A Coruña. La plaza del Ensanche que lleva su nombre es un lugar destacado, pero de escasa belleza urbanística. La elección de la urbe olívica para dar nombre a la plaza fue justificada en 1929 por el notable desarrollo social y económico alcanzado por esta urbe en un corto periodo de tiempo, puesto que era ya una de las localidades más importantes de Galicia. Además, el Ensanche ya contaba con plazas dedicadas a las otras ciudades galaicas, como Pontevedra, Ourense, Lugo, e incluso a la comunidad gallega, por lo que era de justicia incluir en esta parte de la ciudad un espacio para el homenaje a Vigo. Las autoridades municipales acordaron la construcción de una plaza ajardinada en el amplio rectángulo formado por la intersección de las calles Emilia Pardo Bazán, Federico Tapia, Marcial del Adalid y Menéndez Pelayo (entonces Pi y Margall). Hasta la década de los setenta, la plaza mantuvo sus jardines, pero la irrupción de la fiebre automovilística llevó a la construcción de un aparcamiento subterráneo que transformó por completo la estética de la zona. Fue así como nació el bloque de cemento que actualmente guarece a los automóviles estacionados en el subsuelo. Encima de esta construcción, unas pequeñas manchas verdes simulan constituir un jardín. La supresión de la fuente que ocupaba el espacio central de la plaza de Vigo incrementa la sensación de frialdad, aunque ha favorecido, por otro lado, los juegos de los niños de este barrio, no demasiado pródigo en lugares abiertos. El ambiente de este lugar está claramente marcado por la abundancia de infantes que aprovechan su amplitud. Los perros también le han sacado provecho al espacio. El problema es que muchos de sus propietarios no son nada escrupulosos a la hora de vigilar donde efectúan sus deposiciones estos inocentes animales. J.M.G.