La romería

He disfrutado de una hermosa mañana de domingo en una de las romerías más entrañables que tenemos en la ciudad (A Coruña); bueno, la única (que yo sepa) que se hace llamar a sí misma romería, con justificado orgullo. Se trata de la de Santa Margarita que, dicho sea de paso, marca el final del verano para muchos. Es una fiesta entrañable, auténtica y muy gallega: no faltan el buen pulpo (doy fe de que estaba realmente bueno) y las rosquillas, de toda clase y condición, junto a otro tipo de manjares, dulces y salados, que resultaban verdaderamente apetecibles. Mi familia y yo pudimos escuchar el final del concierto de la Banda de Música de A Coruña y, he de reconocer, que me emocioné cuando, con los sones del pasodoble Ponteareas, me vino a la mente mi madre, fallecida hace demasiados años, que era una enamorada de las verbenas y romerías y que, por sus circunstancias personales, no podía disfrutar de ellas tanto como quisiera. Tengo la imagen de esas fiestas gallegas donde, en un campo de un color verde intenso, los paisanos se pasaban el pan o el queso, en un gesto de altruismo que les honraba y que ellos veían totalmente natural. Sonaban, siempre, las gaitas y panderetas, como compañeras imprescindibles para la alegría y el jolgorio. Habrá quienes se lamenten de que la romería de Santa Margarita ya no es lo que era y puede que tengan razón. Me cuentan que, antiguamente, (yo no estaba aún en esta ciudad), todo el mundo comía "de campo", con su mantelito de cuadros, sentado en la suave hierba. Una última reflexión: tendría que haber más jóvenes y adolescentes en este tipo de fiestas, disfrutando de las viejas tradiciones.