El problema de la gente sin hogar se generaliza hoy no solamente entre quienes ya viven directamente en la calle sino de quienes entran en la vulnerabilidad a causa de la pérdida de su vivienda. En estas fechas, al ver y sentir la cruda realidad de esta gente, no puedo menos que recordar una película del cine español (siente a un pobre en su mesa) en la que Berlanga hacía una crítica a la sociedad de su época, que es totalmente vigente. En plena Nochebuena, la señora alcaldesa de Madrid, doña Manuela Carmena, acaba de invitar a cenar a más de doscientas personas sin techo en la sede del Ayuntamiento de Madrid. Y lo ha hecho dentro de sus muchas ocurrencias incluyendo por supuesto la correspondiente sesión fotográfica y demás propagandas. Humanizar la vida de la gente que vive en la calle es una responsabilidad de:

a)La sociedad en general que excluye a estos colectivos (considerados los más débiles) de toda participación social,

b)A unos medios de comunicación que siendo una valiosa fuente de información, hace difícil que la gente discierna adecuadamente sobre los estereotipos que recibe, con un lenguaje ocasionalmente peyorativo.

c)A un Concello y una Xunta de Galicia que ignoran asumir sus competencias en materia integracional ó preventiva. Una de cuyas líneas estratégicas son los planes de inclusión transversales. Es decir:

a) Un techo permanente, tal como reconoce la Constitución. El programa Housing First (lo primero la vivienda) se está poniendo en marcha en diversos países de la UE, con el realojo sin condiciones de toda la gente que tiene problemas de techo. Aquí todavía no ha llegado.

b)Una atención sanitaria y psicológica de la que carecen, con altos niveles de psicopatías y degradación personal.

c)El reciclaje formativo y la alfabetización.

d)El trabajo social temporal a cargo de la Administración, con un salario por oposición a las actuales rentas de pobreza.

Dicho lo cuál, quizá deberíamos plantearnos que invitar por una noche a cenar al numeroso colectivo de la gente sin hogar más que un acto de verdadera Justicia social, parece un retorno cavernario a la consabida caridad de otras épocas, denunciada en su día en la película de Berlanga.

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