Tuve la ocasión de acudir al teatro Colón con motivo de la clausura de la residencia del coreógrafo Javier Martín. Para mi sorpresa, desde las seis de la tarde se brindaban al público, de manera gratuita y libre (esto es importante), una conferencia de Alberto Ruiz de Samaniego, una disertación de Ana Cabo y un corto de Tono Mejuto. Todo ello, insisto porque es importante, de manera libre y gratuita. Todos ellos dedicando su buen hacer a la figura del coreógrafo y bailarín Javier Martín, también presente -y justamente emocionado-, en vísperas de presentar su Exforma.

Los presentes, de muy diversos gustos, oficios e intereses compartimos la tarde bajo la tutela docente de grandes profesionales de diferentes ramas del arte y el conocimiento. Curiosamente, lo de menos era la identidad o la filiación política de los asistentes; y lo de más, la extraordinaria calidad de los ponentes y de lo que allí se mostró: desde la impronta filosófica alemana a las últimas tendencias arteandantes; desde la languidez melancólica del piano de Oleg Karavaichuk a la atemporal maestría cinematográfica y de Tono Mejuto, como una vigilia, solemne y magnífica, para la presentación de la obra del coreógrafo.

Verbigracia: todavía hay ocasiones para la reunión y para la sorpresa, para el disfrute y el aprendizaje sin caer en oscuros intereses ocultos y sin necesidad de afiliación. No importa que no recuerde usted la Filosofía aprendida -o no- en el Bachillerato, ni que no siente una especial inclinación hacia la danza ni hacia la música. No importa que no sea usted cinéfilo. No importa que sea fin de mes. Olvídelo. Lo que importa es que puede pasar y escuchar -y preguntar- a los que saben de algo que usted ignora, que pueda usted sentarse cómodamente y abrir una oportunidad a artes que no imaginaba y ver cómo unas se comprometen con otras en una metáfora de la evolución del conocimiento humano? No importa que fuera discurran las últimas jornadas de campaña electoral y las vedettes políticas de turno se desgañiten sobre tacones rotos en improvisadas performances para convencer a sus militantes ya convencidos.

O quizá sí importa? Quizá sea lo más importante de todo: permanecer mientras tanto en un teatro contemplando en buena compañía cómo el conocimiento y el arte se dan la mano y usted, que quizá no tenía grandes expectativas cuando entró, salga sintiendo que ha rescatado algo. Cosa que, desde luego, la que esto suscribe no pensaría si hubiese participado en la quema de los últimos cartuchos de la campaña electoral.

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