La memoria de 11-M, han pasado 13 años, es también una ocasión para la humildad ciudadana. El mal sembrado por los terroristas se expandió como una onda que lo invadió todo. Al atentado siguieron meses de furia en los que nos echamos la culpa mutuamente de demasiadas cosas. La memoria de aquellos días fatídicos es una invitación a ser más humildes y más respetuosos en nuestra convivencia. Hay momentos en los que hasta lo más evidente se nubla: entonces se nubló la evidencia de que los únicos responsables del mal causado fueron los terroristas.

La vida en común necesita ser cuidada y cultivada. El 11-M quedará siempre como un recuerdo muy doloroso. Como el aviso de que lo que nos une y nos permite vivir juntos es frágil. La división es uno de los efectos del terrorismo en general, y del yihadismo en particular. Y su amenaza sigue presente.