Tal como se anunció urbi et orbe el pasado 8 de abril tuvo lugar en Bayona-Francia un acontecimiento de trascendencia planetaria: la entrega voluntaria y dadivosa del "arsenal de guerra" por parte de la "extinta" banda terrorista ETA.

El acontecimiento, pulcramente escenificado, contó con la presencia de los llamados "artesanos de la paz" y de conspicuos representantes del mundo etarra y sus adláteres del nacionalismo montaraz.

Más que un acto de rendición derivó en una solemne ceremonia de exaltación nostálgica de su pasado abominable. Escenifican una burda entrega de su caduca artillería, a modo de "un cambio de cromos" para obtener el olvido y el perdón de sus crímenes.

Difícil será el perdón por parte de las víctimas, pero más penoso el olvido. Sus muertos permanecen vivos en la memoria de sus familiares y amigos. Hay heridas que no cicatrizan nunca.

Como portavoz de mis propias opiniones me permito exponer brevemente unas reflexiones sobre el tema, a modo de manifiesto o reivindicación social. Utilizaré sin embargo el plural por suponer que son compartidas por muchas personas, especialmente por las víctimas de sus despreciables crímenes:

No queremos que ETA nos entregue una partida de armas obsoletas, por carencia de usuarios cualificados.

Queremos simplemente que no las usen más.

Queremos que nunca las hubieran usado. Que hubieran usado las armas de la palabra, en el uso de la oferta democrática que tenían a su alcance y disposición. Queremos que desaparezcan sin demagogia, ni farsas teatrales, sigilosamente, sin ruido. Ya nos han castigado suficientemente con los ruidos de sus pistolas y sus bombas.

Queremos que no traten de disfrazar sus crímenes con burdos eufemismos como: el conflicto vasco, movimiento de liberación, artesanos de la paz y otros subterfugios infames para lavar con palabras lo que destruyeron con las armas.

Queremos que pidan perdón a las víctimas, todas las víctimas son inocentes, y repudien con credibilidad su siniestro pasado.

"El perdón no es atributo del agresor arrepentido/ corresponde a la generosidad del agredido/. Diferente es el caso del olvido/, ¿se puede olvidar el asesinato de un ser querido?/ No. No es negociable el olvido"

Queremos recluirlos en el rincón más lúgubre y oscuro de la historia del crimen, del holocausto de más de ochocientos muertos, del secuestro, la extorsión y el terror que han sembrado durante cuatro ominosas décadas.

Queremos: sin odio, pero con el más absoluto desprecio que nos dejen en paz.

No nos hagan rememorar el lúgubre recuerdo de sus crímenes. Si no pueden resucitar a los muertos, al menos dejen en paz a los vivos. No nos sometan a una segunda victimización.

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