Recuerdo con cierta nostalgia cuando las calles comerciales de las ciudades (en A Coruña, ese honor le correspondía, esencialmente, a la calle Real) eran auténticas aulas de aprendizaje para transitar a pie correctamente. Era imposible no hacerlo por su derecha, porque el inmenso caudal de personas paseando no permitían, siquiera, cruzar al otro lado para ver los escaparates. Quienes quisieran hacerlo tenían que dar media vuelta para, transitando en el sentido correcto, poder acercarse a los mismos.

Y digo que eran auténticas aulas de aprendizaje porque aquella inercia de conservar la derecha se prolongaba más allá de la misma, de modo que por las aceras, o al cruzar las calles por los pasos para peatones, todo el mundo conservaba su derecha. Ahora, por el contrario, el respeto a la norma que obliga a ello brilla por su ausencia: por mucho que uno se acerque a su derecha, siempre ha de cruzarse con alguien que intenta embestirle, por lo que, si quiere evitarlo, debe avanzar zigzagueando entre quienes deambulan de frente. ¡Y no les digo nada si los potenciales embestidores van, como suele ocurrir, pendientes de su imprescindible móvil!

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