Supongo que tras la elección del nuevo presidente de Cataluña, y lo que allí se ha debatido, más de un ciudadano de esta España " sufridora", se estará preguntando: ¿Vamos hacia el enfrentamiento una vez más de dos Españas o dos Cataluñas? La opinión de aquellos que defienden que no se puede consentir que el separatismo emocional e intransigente rompa la convivencia, esgrimen que España sin Cataluña será otra cosa y con toda lógica defienden posturas políticas duras de seguir castigando con la aplicación del 155. No les falta alguna razón. Un razonamiento que se esgrime y de gran calado es que se abriría en Europa una nueva era con la aparición de nuevo estados y una vuelta atrás donde primaría la emoción, la pureza de raza y la xenofobia sobre la inteligencia y la solidaridad entre los pueblos. Totalmente de acuerdo. Pero los sentimientos también juegan y tampoco podemos seguir engañándonos de que el sentir de ser de Murcia o de Ávila es el mismo que ser catalán, vasco o gallego porque sería ir contra la historia, las costumbres o sus lenguas que también son españolas. El defender que Francia, Alemania tampoco lo permitirían, es una verdad pero a medias. Yo tampoco creo que si España estuviese a la cabeza de estas democracias con liderazgo en nivel de vida, educación o investigación en vez de estar casi a la cola con un paro estructural, una educación estancada y corrupción política, insisto, no creo que nadie, incluso vascos o catalanes se quisiesen separar. Habrá que reflexionar en dónde está el problema y los porqués de lo anti-español que se repite en nuestra historia.