Celso Bugallo atiende el teléfono en Madrid, pocos minutos después de bajarse el telón de la segunda función de Mi alma en otra parte en el Teatro Valle-Inclán.

-¿Qué supone para Celso Bugallo representar en el Centro Dramático Nacional?

-Es una experiencia muy importante, porque venir al Centro Dramático Nacional y sobre todo, volver al teatro supone una alegría tremenda. Es como volver a casa. Decir: 'Madre, estoy otra vez aquí', después de tanto tiempo. Han sido cuatro años de dar vueltas y tumbos.

-Conquistó al gran público en Mar Adentro o Lunes al sol, pero sus inicios fueron teatrales.

-Yo me crié en el teatro, en la comedia y en el mimo. Tengo una experiencia grande; pero cuando comencé a trabajar en el cine, lo dejé un poco.

-Su mirada transmite un sentimiento... como saudade. ¿Hay algo de eso en esta obra?

-Mi alma en otra parte es un poco eso. A veces estamos en un sitio y tenemos el corazón en otro y el alma en otro. Es un título con materia para hablar del desarraigo, del no estar en el sitio adecuado, no ejercer la profesión vocacional y con connotaciones.

-La obra reta al espectador a enfrentarse a sus tabúes en temas como la pedofilia.

-En sentido estricto no es pedofilia. Es otra historia, que tiene que ver con la infancia, con alguien que ya está en plena senilidad. Es una historia que se produce entre un señor de 40 años y una chica de 14; es una historia de amor. Se produce porque la chica también quiere, aunque genera unas consecuencias muy desagradables para la familia del señor durante mucho tiempo. Está asentado en unas circunstancias involuntarias. Es una historia específica que acaba en una relación de años.

-Está teniendo buena acogida.

-Estrenamos con un lleno tremendo y hoy (por anteayer), estuvimos a media entrada. Muy contentos con cómo se está desarrollando el trabajo.

-Tuvo que trasladarse a Madrid para trabajar, ¿cómo lleva el cambio de residencia?

-No, el Ministerio de Cultura tiene unos apartamentos alquilados para las personas que venimos de fuera. Nos trata de maravilla. Cuando hace cuatro años con Mujeres soñaron caballos estuve en el mismo apartamento.

-Lo quiera o no, su cara ya está ligadas al cine social. ¿Se considera un actor comprometido?

-Por supuesto. Estoy ejerciendo mi vocación y debo estar donde se me requiera en ese momento. Pero el teatro es un caso especial. Me alegro de que el director Gerardo Vera, siempre me tenga en mente. Me ha buscado papeles muy especiales.