-Usted no es un fotógrafo al uso. ¿Hay algún programa informático que se le resista?

-Sí, muchísimos. Me considero alguien que pertenece a una cultura preinformática. No he nacido con máquinas en las manos, pero vi que la tecnología era un medio que podía utilizar para llevar a cabo determinados trabajos. Pero no soy un obseso o un fetichista de la informática. Ni tampoco un experto.

-¿Ha fracasado en algún proyecto en este sentido?

-Sí. Encuentro muy complejos los programas de 3D y animación. Pero eso no supone un freno. Lo importante es la idea, el concepto. Siempre puedo pedirle a un profesional que resuelva algo por mí.

-Hemos visto los resultados del 3D en el cine. ¿Qué puede aportar a la fotografía?

-Cuando hay una innovación de este tipo, lo primero que se busca es el efectismo y la espectacularidad. Diría que el 3D enriquece el repertorio de un vocabulario expresivo como la fotografía. La realidad es en color, en 3D. Con la foto, lo que hemos hecho hasta ahora es empequeñecer esa realidad, aplanarla, simplificarla en 2D, incluso reducirle los colores cuando optamos por el blanco y negro. Es decir, hemos realizado una abstracción de la realidad. Poco a poco la tecnología ha permitido que nos acerquemos a ella tal como es. Es una opción usar estas herramientas modernas. El fotógrafo decidirá en qué punto de abstracción desea quedarse en función de su intención.

-Al punto que ha llegado su carrera, ¿es posible volver atrás, es decir, a la foto sin manipular?

-Una foto implica siempre una manipulación. Sí puedo decirte que estoy dispuesto a reconsiderar los medios que utilizo porque lo importante son los contenidos. Mi compromiso no es con la tecnología, sino con unas problemáticas que deseo tratar. A veces opto por la escritura, otras veces por el cine...

-Si el artista busca la transgresión, ¿sería un hacker lo más parecido en el mundo digital?

-El hacker es un modelo que efectivamente guardaría cierta similitudes con el artista porque trata de romper un sistema y buscar las fisuras. Y para eso necesita inventiva. El modelo del hacker me gusta mucho. Es noble. Luego está el cracker, que usa sus conocimientos con fines malhechores y económicos.

-¿De dónde surgen sus proyectos?

-Un método que me gusta es comenzar leyendo la prensa. Ahora lo hago en digital. Es importante para mí saber lo que pasa en el mundo. Entonces lo que hago es crear una carpeta en el ordenador con lo que me ha llamado la atención. Copio y pego lo que me interesa y añado notas. Ahí hay muchos proyectos en potencia. Creo que tener ideas no es difícil. Lo complicado es conseguir financiación para ponerlas en práctica.

-¿El periodismo es su gran inspirador?

-Por supuesto. Procedo del mundo de la comunicación. Siempre me ha interesado la problemática de cómo se transmite la información. Así que dedicarme a la fotografía ha sido una opción estratégica. Cuando empecé, en los setenta, se confiaba en que la fotografía consignaba una cosa que había sucedido. A mí me interesaba conocer cuál era la naturaleza de la fotografía. Por qué la asociamos a la verdad y a la memoria. Creo que hoy en día usamos la imagen de manera diferente a como nació. Históricamente la foto se ha usado sobre todo en su vertiente documental. Hemos compuesto un corpus fotográfico que si ahora lo analizamos de modo crítico vemos que se trata de una gran construcción ideológica y cultural.

-¿La fotografía miente?

-La fotografía ni miente ni dice la verdad, pero los fotógrafos son mentirosos. Crean un contexto para que el receptor interprete la imagen de una determinada manera. La herramienta en sí no tiene moral.

-¿Cuál es la piedra con la que ha tropezado tantas veces como ha podido?

-Más que tropezar, me he lanzado muchas veces sobre temáticas como la identidad, la memoria, la verdad, el archivo...

-¿En qué indignación acampa?

-Me sentí solidario con la indignación de los acampados en plaza Cataluña, que es la que tenía más cerca. Al principio, había una cierta confusión respecto a quién era el enemigo. Pero este descontento y sensación de frustración ante el sistema financiero lo comparto plenamente. Pero una vez indignados, creo que tenemos que articular de algún modo esa indignación.

-Fumaroli dice que aún quedan artistas que hacen arte, refiriéndose a pintores tradicionales. Y usa una frase de Sartre para defenderlo: 'Hay gente retrasada que está por delante'. Muchos empiezan a pensar lo mismo del arte contemporáneo.

-Replicaría a Fumaroli, a quien aprecio y estimo como intelectual. Pero creo que tiene una perspectiva algo nostálgica. Defiende un arte basado en la factura técnica, en la artesanía. El savoir-faire es para él más importante que el saber pensar o el saber ver. A partir de Duchamp hubo un cambio radical que rompió el modelo histórico de arte: ya no se trata de hacer una obra o una mercancía sino de mirar, de pensar, de asignar funciones y sentidos. Colocar un urinario en un lugar diferente a un lavabo y que se convierta en una escultura es para Fumaroli una tomadura de pelo. Otros pensamos que no. Que aquí hay un progreso en el pensamiento. El arte que a mí me interesa no es el que fabrica cosas, sino el que asigna sentidos nuevos a las cosas viejas. Lo mismo sucede con la fotografía. El mundo está saturado de imágenes y por eso se impone la ecología. Quizá sea interesante no hacer más imágenes y tomar las viejas para darles un nuevo sentido.

-¿Coger menos la cámara?

-Bueno, primero de todo deberíamos preguntarnos qué es una cámara. Hoy día hay cuatro mil millones de teléfonos móviles que hacen de todo. El mismo concepto de cámara es cuestionable.

-Entonces, ¿es necesario todavía tomar fotografías?

-Sí. Creo que aún faltan imágenes. Es cierto que hay redundancia en el tipo de fotografías que se toman, pero necesitamos fotos de determinados lugares y sucesos. La superabundancia de imágenes pone el dedo en la llaga: ¿qué instantáneas nos hacen falta todavía?

-El exhibicionismo de Facebook parece que ha cansado cuando seis millones de personas se han dado de baja en EEUU de la red social, y 1,5 en Canadá, donde usted está ahora.

-Responder a eso requiere un estudio sociológico importante. Lo que sí puedo decir es que cada día se suben cien millones de fotos en las redes, insulsas muchas, pero que engrosan el caudal de imágenes. Esto es algo que no había sucedido nunca. En estos momentos internet es como haber traído una tubería de imágenes a casa. Abrimos el grifo y chorrea de imágenes. Es como el agua corriente en el siglo XIX.

-Muerto Bin Laden (se metió en su piel en un proyecto), ¿se acabó la paranoia de Al Qaeda?

-El caso de Bin Laden es muy confuso. Manejo diferentes líneas especulativas: o que nunca existió o que sigue existiendo. Sobre todo pienso que Osama ha sido un invento, una necesidad. Me extraña además que no se hayan publicado imágenes de su muerte. Eso me hace creer que no ha existido nunca y que de algún modo debían terminar con esa ficción.

-¿Se está perdiendo la poética de la fotografía tradicional?

-Lo que es cierto es que asistimos a un cambio de canon. La idea de calidad fotográfica ha cambiado. Antes, en la fotografía, se valoraba la técnica, el oportunismo, el clímax, aquello que defendía Cartier-Bresson. Estos valores son ahora cuestionados y sustituidos por otros. El instante decisivo ha quedado suplido por el instante banal. Antes se fotografiaban sobre todo actos solemnes, ahora cualquier cosa. Ahora las imágenes son marcas biográficas, ya que se trata de mostrar que nosotros éstabamos ahí, en ese lugar y en ese acontecimiento.