XV Festival Mozart

Teatro Rosalía Castro

Decir que un violonchelo canta es sin duda una metáfora; pero tal vez nada haya más parecido a la voz humana que la noble expresión de este instrumento. Cuando comienza la primera sonata de Brahms con ese tema sereno, melancólico, conmovedor, parece que es el compositor mismo quien expresa la dolorosa ternura que le inspira el recuerdo de su madre, recientemente fallecida. Fanlo y Martín alcanzaron con esta sonata la cima de su recital. El primer tiempo los consagró por completo, de modo definitivo. No puede negarse la perfección con que tocaron los dos tiempos restantes, por añadidura a una velocidad desusada que los vuelve aún más difíciles. Y si Fanlo hizo cantar con nobleza a su magnífico I. Giuliani (1746), Martín mostró su asombrosa capacidad técnica y expresiva que dio como resultado una música luminosa y de absoluta limpidez. Tras la soberbia interpretación de la partitura brahmsiana, surgieron incontenibles aplausos. Correspondieron los artistas con un bis de notable belleza y dificultad: Requiebros, de Gaspar Cassadó. Las bonitas canciones de Glinka, en feliz transcripción, puisieron de manifiesto la capacidad expresiva del violonchelo; el piano, reducido a una labor de mero acompañante, tiene menos ocasiones de lucimiento. En Beethoven por el contrario, el instrumento de teclado se erige en protagonista; Martín nos deslumbró con la precisión de su toque perlado y ambos intérpretes con su notable juego dinámico. Acaso lo menos brillante del concierto haya sido la inhabitual sonata del hijo de Mozart, obra bien construida, de buena factura, pero limitada en la transmisión de los sentimientos.

Intérpretes: Iagoba Fanlo (violonchelo) e Iván Martín (piano)

Programa: Franz Xaver Mozart, Sonata en Mi mayor, opus 19; Beethoven, Sonata en La mayor, opus 69; Glinka, cuatro canciones; Brahms, Sonata en Mi menor, opus 38