Arreglos programados y analógicos y acompañamientos de rock sinfónico en pos de "la emoción" dieron origen al noveno disco de estudio de Alejandro Sanz, que se muestra decidido a mantenerse lejos de batallas políticas y declina con un impetuoso "nunca" un hipotético disco flamenco como intérprete.

La música no se toca, que se publica mañana, es su primer disco para Universal tras veinte años "maravillosos" en Warner, porque -argumentó ayer en rueda de prensa- llegó un punto en que sentía que había "tocado techo" y necesitaba "nuevas ilusiones".

El título, explica, es una reivindicación de que "la música es algo más que una aplicación de iPhone". Que nadie espere pues una denuncia por la subida del IVA. "Hace tiempo que me resigné a quedarme en mi trinchera, que es donde soy útil, no enfrentándome por ahí", apunta. Ya lo advierte al inicio de su encuentro con los medios -"no soy economista ni político"-, aunque es inevitable que se le pida una reflexión respecto a la actual situación española. "Está fatal y lo que yo quiero con mi música es alegrarle un poco la vida a la gente", dijo Sanz.