Salvo sorpresa, el coruñés Antón Arias Díaz-Eimil se convertirá hoy en el octavo presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), aunque está por ver que sea capaz de superar en tiempo el mandato de su antecesor, el ourensano Antonio Dieter Moure, de apenas diez meses y sacar a la patronal gallega de la eterna confrontación en la que vive desde hace cuatro años.

Para empezar, las confederaciones de Ourense y Pontevedra anuncian su voto en contra, y ayer, mientras A Coruña buscaba apoyos y delegaciones de voto para allanar el camino a Arias, sus detractores también buscaban adeptos a su causa, con lo que está por ver que los delegados de las provincias críticas acepten pasar página y respalden sus propuestas en lo sucesivo. Arias sin embargo parece tener votos suficientes para salir elegido, aunque sea con el mayor número de noes de la historia de la CEG. Más que al candidato, sus detractores critican el modo en que formalizó su candidatura después de plantearse un pacto entre las organizaciones territoriales de no presentar un aspirante sin antes consensuarlo.

Arias se enfrenta además a una situación económicamente compleja y afronta el pago de nóminas a doce trabajadores sin dinero en caja, la negociación de una hipoteca de 1,2 millones de euros con cinco bancos y la presentación de un contencioso contra la Xunta por la justificación de los gastos de las plataformas empresariales en el exterior. Un camino empedrado.