La crisis de 2008 se gestó en los mercados financieros por la exuberancia del crédito barato e indiscriminado durante demasiado tiempo, los endeudamientos excesivos de empresas, bancos y familias, la formación de burbujas y la fabricación de productos financieros supuestamente exentos de riesgo mediante la titulización de créditos de baja calidad.

La hecatombe se incubó fundamentalmente en EEUU como mayor centro emisor de riesgos al resto del planeta. Fue allí donde comenzó a manifestarse en 2007 en el sector hipotecario y donde hizo eclosión en septiembre de 2008 en el corazón de la banca antes de que se transmitiera a Europa con la crisis de bancos y cajas y el estallido de burbujas inmobiliarias nacionales.

EEUU, aun con vacilaciones iniciales, cambios de opinión y resistencias, atajó pronto y rápido el saneamiento de su sector bancario. Su aprobación contribuyó a reactivar la financiación a la economía y a salir antes de la crisis. En Europa, con competencias nacionales sobre la banca hasta que se instauraron los recientes mecanismos europeos de supervisión y resolución (y a falta aún del fondo europeo de garantía de depósitos), el proceso fue más lento y gradual, y se hizo de forma más fragmentaria. Hoy sigue abierto, con entidades por sanear en diversos países.

El distinto tratamiento del problema bancario también explica que hoy el BCE vaya cuando la Fed ya vuelve. Y más cuando la crisis bancaria y el colapso del crédito afectó mucho más a la economía productiva de Europa que a la de EEUU, donde las empresas son mucho menos dependientes de la banca para financiarse y el banco central también lo es para transmitir su política monetaria. El informe del FMI verificó en septiembre que esa transmisión es mayor en "las economías con sectores financieros no bancarios más amplios".