Si el éxito se cuenta en cifras, Belén Esteban, el icono de turno, podría presentarse mañana a unas elecciones y quién sabe.

Esto de la prensa.co (sin m), descifrada por algunos como prensa del corazón, parece estar tocando techo en este país, parece, al amparo del fariseísmo galopante.

Como periodistas lamentamos tener que reconocerlo, pero no debe de haber lugar alguno donde el amarillismo lo invada todo y, sin embargo... Se pretende que la compostura profesional está a salvo, porque "nosotros no somos como otras naciones, aquí no hay ni un solo diario sensacionalista". ¿Para qué si absolutamente la totalidad de los diarios en papel dedican también generosos espacios a famosos y famosetes saltarines del riguroso anonimato a la celebridad, con frecuencia bajo la forma de dinastías ofertados a la devoción de los iconólatras?

Por otra parte, se aduce, la prensa.co propiamente dicha se encuadra dentro del estricto marco de la pequeña pantalla.

Exactamente igual que esos otros programas televisivos supuestas parodias de los del corazón, incluso si aprovechan para repetirlo todo, la prensa seria asegura cumplir con su deber al reflejar la alarma social de cualquier affaire rosa, verde y rojo.

Hasta tal punto, que el otro día más de un telediario abría con el acoso judicial a Belén Esteban. Si fuese en las cadenas privadas, estarían en su derecho, pues las privadas son muy dueñas.

Pero los dueños de las cadenas públicas somos nosotros, todos nosotros, mayorías y minorías.

Y yo, iconoclasta desde mi soliloquios, no consiento.