Tal vez la Fiesta Nacional esté en crisis; no sólo la taurina, afectada por el cambio de sensibilidad hacia la violencia y la muerte gratuitas, sino la Fiesta oficial, que en España y el 12 de octubre, es además conmemoración del Descubrimiento de América, fiesta de la Guardia Civil y de Zaragoza.

Demasiados símbolos en lo que antes fue llamado Día de la Raza y que hoy es también cuestionado allende el océano. Quizás sea el contenido de la así llamada Fiesta Nacional. Las paradas militares, la bandera, el himno, tienen hoy detractores claros y entusiasmos tibios. Quienes, siguiendo la hipérbole de la prensa deportiva, quisieron atribuir a las numerosas banderas que agitaban los balcones durante el Campeonato Mundial de Fútbol significados extradeportivos, deberían revisar sus puntos de vista. Cada vez es más evidente que una ciudadanía informada distingue cada acto y atribuye valores diferentes según el contexto.

Respetando el derecho a la libre expresión y asumiendo que las servidumbres de los cargos políticos incluyen la censura ruidosa en público, las circunstancias de tiempo y lugar también imponen su ley. No es lo mismo una censura en un acto político o similar que en el homenaje a los muertos en cumplimiento de su deber, por ejemplo, en Haití o Afganistán. Y quienes intencionadamente lo confunden, siembran vientos hoy para recoger tempestades mañana. Las curiosas alharacas de la presidenta Aguirre y otros voceros populares soslayan esos temas, convencidos de que todo vale con tal de enturbiar la gobernación del presidente Zapatero. Olvidan que serán las urnas las que sancionen políticas y no el vocerío por mucho que arrecie. Este, de momento, solo indica tendencias de quienes allí estaban presentes. No es extraño el malestar expresado por el Rey, desde su función constitucional. Sabe mejor que nadie de la necesidad de preservar del conflicto político símbolos e instituciones que expresan la voluntad unitaria de los ciudadanos. Y probablemente sabe también que su avanzada edad abre incertidumbres sobre el respaldo social que su sucesor podrá tener, supuestas sus cualidades personales y de formación idónea.

Por eso el Partido Popular yerra. Y lo hace conscientemente. En la televisión gallega, férreamente al servicio del Gobierno, ayer el telediario de mediodía consideró como principales noticias, por este orden: los incidentes en la celebración madrileña y el conflicto con Venezuela, la oposición al acto de una asociación de militares y otra de guardias civiles, o bicamáns (sic) de Madrid, y en un bloque posterior, las demandas de los guardias civiles gallegos. Como siempre, las informaciones no son contrastadas por fuentes diferentes. Si el objetivo es crear la sensación de crisis en todas las instituciones, la información televisiva no se queda atrás.

La pregunta más compleja es a quién beneficia ese deterioro institucional. Porque si Rajoy aspira a gobernar, heredará los problemas reales más los que contribuya a crear. Y el prestigio de las instituciones, como la confianza, es frágil y difícil de recomponer una vez perdido. Que se lo digan a los partidos políticos hoy en la diana de las críticas y con muy poca capacidad para dejar de serlo.