Seguro que más de uno y de dos en la ejecutiva del Pesedegá, y sobre todo entre los especialmente fieles a Pachi, se sigue preguntando por qué Miguel Cortizo tuvo este fin de semana un papel estelar en la Conferencia Política del PSOE. El delegado del Gobierno en Galicia, que no ostenta aquí responsabilidades orgánicas en su partido, fue el presidente nada menos que de la comisión de empleo, encargada de pergeñar sobre el papel el conjunto de políticas que el candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba defenderá durante la campaña electoral como solución al más grave problema de los muchos que hoy aquejan a España.

De todos es conocida la cercanía personal y política que une a Cortizo con Rubalcaba desde hace muchos años. Generacionalmente próximos, biólogo el uno, químico el otro, profesores universitarios ambos, compartieron responsabilidades en el Ministerio de Educación en los tiempos gloriosos del felipismo, allá por mediados de los ochenta. De ahí, dicen, arranca su amistad. Después cada uno emprendió su camino, en trayectorias paralelas, que nunca llegaron a cruzarse. Ambos siguieron en la política activa hasta hoy, cada uno en su ámbito, como supervivientes natos que son, mientras tantos y tantos compañeros suyos se quedaban por el camino.

Entre lo mucho que tienen en común están sus habilidades dialécticas, así como una gran capacidad de comunicación, junto a un amplio conocimiento de los mecanismos internos del aparato burocrático que sustenta al Partido Socialista. Tampoco les falta olfato para detectar las ocasiones que les pueden ser propicias, ni un envidiable sentido de la oportunidad, para estar donde conviene en el momento adecuado. Esa tal vez sea la clave para entender lo que pueda estar pasando.

Es el entonces vicepresidente Rubalcaba quien se trae a Miguel Cortizo de su dulce exilio en el Paraguay. Para ello contó con el beneplácito de José Blanco, eternamente agradecido por la mano que generosamente el hoy delegado gubernamental le echó al joven Pepiño en momentos personal y políticamente delicados para él. Se supone que también Pachi Vázquez dio el OK, si bien es probable que después lo haya lamentado. Porque desde el primer momento Cortizo le usurpa buena parte de su papel como líder de la oposición a la Xunta de Feijóo.

Si después del 20-N Rubalcaba toma finalmente las riendas del PSOE como secretario general, en sustitución de Zapatero, entra dentro de lo probable que cuente con Don Miguel, en tareas de la mayor responsabilidad, para reconstruir la organización después del casi seguro naufragio que le espere el 20-N y para hacer oposición de la dura al gobierno de Rajoy. De ahí su inclusión a machete en puestos de salida de la candidatura coruñesa, aún a costa de la representación que siempre tuvo la agrupación socialista de la ciudad, con la que tanto el actual delegado del Gobierno, como el número uno de esa lista, el ministro Caamaño, nada tienen que ver.

Los más osados se atreven a vaticinar que si Pachi se ve forzado a tirar la toalla ante el órdago de Abel Caballero en el caso Silva, el de Miguel Cortizo será uno de los primeros nombres que se manejen para presidir la gestora que dirigiría el PSdeG hasta el siguiente congreso. A Blanco le vendría de perlas para que le guardase la silla y fuese preparando su eventual retorno y Rubalcaba no pondría impedimentos, entre otras razones, porque a fin de cuentas Alfredo -como quería que le llamasen- en Galicia no se juega apenas nada, ni en este envite, ni seguramente en los siguientes. Le basta con que el rebaño esté tranquilo, lo pastoree quien lo pastoree.

fernandomacias@terra.es