La tómbola de las subvenciones es un mal endémico en la España actual, cuyo precario control y seguimiento permite a benefactores y beneficiarios ligarla con discrecionalidad, en un clima político donde la virtud, la verdad y la ley han caído del pedestal. Y donde no se cumple la ley, la corrupción es la ley. La operación Campeón ha estallado con estruendo en Galicia, al hacerse públicos los nombres de José Blanco (PSOE), Pablo Cobián (PP) y Fernando Blanco (BNG), como supuestos ases. La noticia se solapó con la fusión del Pastor, la depreciación de Novacaixagalicia y los desorbitados bonus económicos que se han llevado sus ex dirigentes. El malevaje financiero español permite que un banquero o un cajero que han vaciado sus entidades disfruten plácidamente de un buen remunerado retiro, mientras se castiga, implacablemente, a un necesitado por robar alimentos para subsistir. Es la paradoja de un país donde se privatizan las ganancias y se socializan las pérdidas. Un país, como el nuestro, rumboso en la subvención. Veamos algunos ejemplos recientes: 650.000 euros para la Alianza de civilizaciones, "para analizar las causas que ponen en peligro la paz"; 230.000 euros para la educación bilingüe en la Amazonia u 8.000.000 de euros para el desarrollo integral del Barrio Acachualinca de Nicaragua. La operación Campeón gallega, de conseguidores y subvenciones, está en la madeja judicial siguiendo la punta del hilo, que conduciría a desdevanar la trama. Las inmediatas dimisiones de Cobián y del ex conselleiro Fernando Blanco empujan al ministro de Fomento y portavoz del Gobierno a la coherencia de aplicar la misma medicina que utilizaba contra sus adversarios políticos en situaciones parecidas. De momento, quedan en entredicho su palabra estevada, la conveniencia de modular su línea de hipérboles y solecismos y, sobre todo, evitar transferir las culpas a los demás. El socialismo flotante, tan dado a moldear la realidad, tras la pasada por las páginas rosas, llega a las de tribunales.

Tarde y mal se produce la dimisión, como consejera de Caixa Galicia, de la portavoz vocalista municipal doña Mar Barcón. Tarde, porque han pasado siete años de su toma de posesión como representante de un Coro de Betanzos, que a tenor de lo visto debe cantar muy bien. La señora Barcón ni se enteró de la existencia del susodicho coro, no de lo que se trataba en los consejos de administración de la Caja. Al parecer de la información escandalosa que hemos conocido tuvo noticia por los periódicos. Sí se cuidaba de los pluses económicos de asistencia que recibía. Y en esas vivaquea otro socialista, Fernández Moreda, ¿todavía vicepresidente? ¿Esperará algún bonus? ¡Qué tropa!