Vaya novedad nos cuenta el titular!, a ver a quién no le influyen los números que le escupe el cajero automático, los de la nómina recortada, los de la pensión, de la prestación por desempleo, del subsidio, de la renta mínima? A ver a quién no le incordian, si llega a entenderlos, los números del recibo de la luz?.

Pero no todo va a ser dinero, pensemos en el número 1, el de 1 niña asesinada en Santiago la semana pasada. Ha puesto los pelos de punta a una ciudadanía anestesiada que no se revuelve ni contra la nómina, ni contra el recorte de la pensión, ni contra el sablazo sanitario, hace piña instintivamente y se desahoga gritándole a un presunto asesino, descargando su ira contra él, seguramente, culpable o cómplice de un crimen atroz. Seguramente no solo es la manifestación del duelo ante la muerte de un próximo o de alguien que se siente como cercano, la niña asesinada; sino que es la propia reacción del grupo, que se reconoce como grupo, y se siente unido y solidario buscando culpables. Si los poderes públicos no los ofrecen a castigar, el problema se complica, el morbo y los carroñeros se encargan de las fogatas para que no nos separemos de la pantalla ni del móvil esperando noticias que calmen nuestra ansiedad, al tiempo que se alivia nuestra culpa por no haber puesto solución a un problema tan cercano.

Podemos hablar de más números, podemos hablar de 2 muertos, suicidas deprimidos por su miseria y sus fracasos, también vecinos nuestros. Asistimos al duelo y punto. ¿Qué diferencia hay entre 1 y 2 ?

La Directora General de Tráfico comparaba, de forma poco afortunada, los 74 muertos de Angrois con las víctimas de la carretera. Asistimos compungidos al accidente ferroviario, con razón alabamos a los vecinos que ayudaron en el primer momento, pero pasamos sin pena ni gloria, ya tenemos callo, estamos sedados cuando nos muestran las cifras de los accidentes de circulación.

Ni qué decir tiene que la violencia contra las mujeres está asumida claramente, pasamos y sabemos que pasamos a su lado como lo hacemos al ver un mendigo, a un sin techo, en la escalera de un portal, pensando que es un borracho cualquiera, que él se lo habrá buscado.

El problema se agrava si hablamos de geografía, de muertos y refugiados fuera de nuestro barrio, podemos hacer una encuesta y preguntar entre nuestros próximos cuáles son las consecuencias de la guerra en Siria ¿hay 5.000 o 100.000 muertos? ¿Se puede hacer una porra en los bares como las de los goles marcados el fin de semana? ¿Cuántos refugiados sirios hay en los países vecinos, 200.000, 2 millones? Pero, claro, eso nos queda lejos y no tenemos ningún primo afectado.

¿Qué sabemos de Kenia? Sabemos algo sobre los asaltos, rehenes y asesinados porque algún occidental andaba por allí? ¿Quién da cifras de decenas o centenas?

También, en vez de vidas, podemos hablar de millones de dólares o euros. Cuando estos días el gobierno nos hable de los presupuestos para el 2014, detengámonos algo en las cifras y en contar los ceros, podemos llevarnos sorpresas y despertar de la sedación.