Hoy, como siempre, varios temas en cartera para ser tratados con ustedes. Uno de ellos, el relativo a la tan traída y llevada fusión de municipios. Una necesidad meridiana que ahora tratan de presentarnos desde instancias oficiales en términos de necesidad económica, cuando lo cierto es que hace décadas que no tiene sentido -salvo en términos de clientelismo- el alto grado de minifundio administrativo de Galicia. Próximamente, en un artículo en el que les contaré que desde mi ventana se ven ¡siete u ocho municipios distintos!, nos meteremos en tal harina.

Otro de los asuntos, que hoy contará con los oportunos recelos desde diferentes estamentos, es el del último informe de Cáritas. Una reputada fuente que aborda el hecho de la magnificación de la brecha social en nuestro país, con una clase media hoy más depauperada, y preocupantes y significativos avances en exclusión social. Un informe del que hay que hacer una lectura comprensiva e inteligente, y no sacar meras conclusiones simples hechas en clave política, de esas que se lanzan a modo de puya los diferentes contendientes en clave electoral. Todo este proceso no es solo culpa de un gobierno u otro, sino que va mucho más allá. Estamos hablando de modelo social, de fuertes lobbies y visiones interesadas, y de cuestiones que hay que analizar de forma más integral. Pero, sea como sea la cosa, no se pueden negar las evidencias, y estas nos dicen que España, en términos de cohesión social, va a peor. A mucho peor. Y no parece que haya un esfuerzo consensuado y colectivo por intentar al menos comprender qué pasa y cómo atajar semejante cataclismo.

En esa línea podríamos tratar hoy de lo expresado también muy recientemente por la OIT, que ha hablado clarito de las consecuencias de las políticas de mayor constricción salarial y mayor precariedad. Al párrafo anterior me remito. Hoy hay españolas y españoles que compatibilizan la condición de trabajador y pobre. ¿Es este el modelo de sociedad que queremos?

De la cuestión catalana y no catalana poco más puedo decir que no haya puesto en común con ustedes. En El kilt y la barretina catalana, de hace unos días, se plantean algunas preguntas y muchas menos respuestas. Ya me dirán. No cabe duda de que, si algo está servido, es el debate... Y este no debe ser soslayado, de forma alguna, en aras de la legalidad.

Todo ello lo trataremos, si la vida nos da la oportunidad, el periódico el espacio y ustedes tienen la deferencia de pasarse por aquí. Pero hoy, hablando de oportunidades, solo quiero decir ¡gracias! Hoy es 1 de octubre y hace nueve años que firmé un contrato en lo administrativo, fiscal, económico y social con la persona que me acompaña en esta andadura vital. Antes quedaban otros años de ilusiones, amistad, convivencia y proyectos comunes, pero siempre desde la voluntad, y no desde el reconocimiento como personas independientes que no pedían permiso para los sentimientos, sino para refrendar administrativamente decisiones tomadas desde la soberanía personal, y que afectan a algo tan íntimo y ligado a los derechos individuales como una herencia o el tratamiento fiscal de los impuestos de cada uno. Hace nueve años tuve la oportunidad no de que el Estado ratificase mis sentimientos, que no es su papel, sino de que crease el marco para arropar a una buena parte de su ciudadanía. En ese sentido, mi reconocimiento a aquel ejecutivo presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, y un especial afecto para las personas que -en lo más íntimo- nos reunimos aquel día en el despacho oficial del alcalde de la ciudad. Fue un día bonito, un sábado en el que estuve todo el día en una reunión de trabajo, pero en el que en un ratito que pude arañar, en el marco incomparable del Palacio de María Pita, se abrió esta ventana al futuro, que agradezco y reconozco.

Gracias a quien lo hizo posible. A la persona con la que comparto mi vida se lo agradeceré ya en privado, pero es de justicia explicar en público que, a pesar de los augurios y las visiones sesgadas, aquella ampliación de la esfera jurídica del particular en materia de matrimonio civil independientemente del género benefició a toda la ciudadanía presente y futura. Aunque algunos de ustedes solo me lo reconozcan en privado... Ya saben, algunos le llaman el juego político...