Se ha dicho siempre y es cierto que la democracia es el gobierno de la opinión pública porque difícilmente podría un gobierno conservar y ejercer el poder contrariando amplia, continuada y radicalmente a la opinión de la mayoría. Pero siendo la opinión pública tan volátil, tan plural, tan vulnerable, no es fácil para nadie sacar conclusiones certeras del estado general de ánimo de la opinión pública en un momento dado. Porque ningún gobierno será tan obtuso como para actuar de aquel modo tan insensato; porque frente a lo fácil que es constatar con encuestas y sondeos lo que la opinión pública piensa sobre un asunto concreto, es muy complicado traducir esa foto fija, es lo que son esos porcentajes, en votos reales, en el voto del día de las elecciones quiero decir; porque en el voto condensa ese día el elector racional su juicio sobre cuatro años de gobierno y sobre su oferta de futuro y, en fin, porque con el voto se elige entre gobierno y oposición que, a veces, puede resultar menos fiable que el gobierno. Pero además ocurre que frecuentemente tomamos por opinión pública a la opinión publicada, es decir, a la opinión de quienes tienen la posibilidad de expresarla en columnas y tertulias con reiteración agobiante, dependencia partidaria y escaso respeto por la argumentación racional. Por eso, si hubiéramos de tener a la segunda por la primera y fuésemos tan osados como para traducirla en votos para dentro de un año, es seguro que, a juzgar por la opinión de muchos ilustres de la comunicación, la academia y la oposición política no se entiende que Rajoy no haya hecho ya las maletas, sin ir más lejos, el mismo día que Torres Dulce.

A alguno de esos ilustres le he leído que tras el 9-N de Mas y Junqueras el presidente con mayoría absoluta carece por entero de legitimidad democrática, a las dos semanas que ese mismo presidente es el que tiene la llave de la reforma constitucional sin la que, obviamente, no somos nadie y que no hay nada que hacer hasta que los catalanes puedan decidir. Y a otros he escuchado sostener con aplomo y sin rubor que el gobierno es culpable de todos los males de la patria por incompetente y malvado. Y el mismo día en que diferentes organismos internacionales dan los parabienes a España les he oído afirmar con soltura que no hay quien pare nuestra caída a los infiernos. Total, que el PP pierde las elecciones sí o sí, eso si no queda de tercera fuerza y forma gobierno Pablo Iglesias con un pequeño apoyo de Sánchez o Bildu. Lo dicen los que con su opinión publicada conforman la opinión pública y lo confirman los sondeos, la protesta de algunos jueces del Tribunal Supremo sobre cuyas decisiones no cabe opinar porque se les coacciona y un fiscal general que tomó posesión del cargo hace tres años y ahora se da cuenta de que la realidad no es como la pinta el cine.

Claro que el PP puede perder las elecciones y no solo porque le llega la corrupción hasta el cuello pero, como ha hecho unas cuantas cosas bien o medio bien, como no es responsable de todo lo malo que nos sucede, como no todo se puede arreglar porque los tiempos han cambiado de verdad y como el séptimo de caballería tiene la trompeta con sordina, los sables oxidados y no acaba de encontrar el camino para salvarnos de los indios, a lo mejor o a lo peor es Rajoy quien vuelve a ganar en 2015. Mientras tanto queridos lectores, mis mejores deseos para 2015 y felices fiestas. Nos vemos el año que viene.