La ciudad de A Coruña y los ayuntamientos de la comarca intentan de nuevo buscar una fórmula para poner en pie un gran ente político supramunicipal, tras décadas de desencuentro y sucesivos modelos fallidos.

Todas las estadísticas coinciden en señalar que A Coruña y su comarca, el hinterland urbano de la Gran Coruña, encabeza el desarrollo de Galicia en crecimiento de población, generación de riqueza y renta por habitante. Sin embargo, este liderazgo económico y social incuestionable no se ha traducido aún para sus habitantes en los beneficios propios que conllevarían la pertenencia a una de las grandes áreas urbanas del país. ¿La culpa? El minifundismo político que desde hace décadas bloquea el nacimiento y la definitiva puesta en marcha del área metropolitana coruñesa.

Las fronteras de infraestructuras y servicios se diluyen día a día. El saneamiento de Abegondo repercute en A Coruña, que bebe agua de Cecebre. La regulación de los aparcamientos en A Coruña afecta a Oleiros y Arteixo. La capital oferta servicios, pero necesita el suelo de sus vecinos. Las vías de comunicación, accesos de alta velocidad, aeropuerto o puerto exterior, los interrelacionan a todos. No se trata solo de organización y eficacia, sino también de rentabilidad. En un momento de crisis y recortes generalizados, los ciudadanos de los municipios de la comarca se ven abocados a costear por separado servicios menos eficientes y más caros de lo que resultarían en conjunto.

Tras décadas de tiranteces, en las que fue postergada reiteradamente durante la era Vázquez hasta agonizar, la Gran Coruña que agrupa a más de medio millón de habitantes pareció renacer de sus cenizas en 2009. En septiembre de ese año, los alcaldes de A Coruña, Abegondo, Arteixo, Bergondo, Betanzos, Cambre, Culleredo, Oleiros y Sada, reunidos en María Pita, se comprometían a organizar en la comarca servicios mancomunados para el transporte, el abastecimiento y la depuración de aguas, la asistencia social, los planeamientos urbanísticos, el turismo, la gestión de residuos y las infraestructuras.

Seis años después de esa prometedora declaración de principios, esa gran área metropolitana coruñesa ha avanzado muy poco, por no decir que permanece igual de estancada. De la aparente aceptación del desafío de construir la Gran Coruña del futuro se ha pasado en estos últimos años a una empantanada discusión bizantina en la que los intereses particulares priman sobre el bien común. En 2012 se certificaba la defunción de la surrealista Mancomunidad de Municipios, tras más de una década sin una sola reunión y todos los intentos de poner en pie un modelo de ente supramunicipal han fracasado desde entonces al no lograr integrar a la ciudad de A Coruña.

El alcalde coruñés, Xulio Ferreiro, mantuvo esta semana pasada un primer encuentro con el presidente del Consorcio As Mariñas, José Antonio Santiso, un sucedáneo de Mancomunidad sin A Coruña, que desaparecerá probablemente a finales de este año por imperativo de la nueva Ley de Régimen Local. Esta nueva disolución abre la oportunidad de impulsar un nuevo ente metropolitano verdaderamente operativo, algo que solo será posible con la participación del municipio coruñés.

El alcalde Xulio Ferreiro se comprometió a estudiar las opciones para institucionalizar de modo estable la relación de A Coruña con los municipios de la comarca, sin fijar todavía modelo ni plazos para esa confluencia. El regidor plantea lógicamente que A Coruña tenga en esa organización supramunicipal el peso que le corresponde por población y relevancia económica.

El área coruñesa no debería perder otra legislatura sin dotarse de una estratégica herramienta de gestión que le permita ganar peso político y elevar la calidad de vida de sus ciudadanos con servicios mancomunados más eficaces y rentables. Tras más de treinta años de intentos fallidos, ha llegado el momento de abordar con rigor la creación de una Gran Coruña y dejar definitivamente atrás obsoletas visiones minifundistas que bloquean el progreso de los coruñeses.