Podemos no entra en el juego. El partido de Pablo Iglesias no está dispuesto a diluirse en una gran Marea Galega para las elecciones de diciembre. Una cosa fueron las municipales y otra las generales. Por delante o por detrás de la denominación que se decida para la candidatura unitaria tiene que aparecer su marca y los diputados electos en Galicia, como los que obtenga en Andalucía o Extremadura, se integrarán en un único grupo parlamentario. Ya puede ponerse Beiras como quiera. No es una cuestión de voluntad política, ni de principios; simplemente el actual reglamento del Congreso no contempla tal posibilidad para ese tipo de coaliciones. Lo acaba de recordar la compostelana Carolina Bescansa, cofundadora y destacada dirigente de la formación morada. Para ella, sin embargo, hay una solución intermedia, que no se debería rechazar de entrada y que es la de dotar a los representantes gallegos de autonomía funcional dentro del grupo parlamentario podemita.

Anova y Esquerda Unida no se dan por vencidas, aunque el tiempo, más que correr, vuela en contra de la confluencia de la izquierda rupturista en un frente común que garantice en las nuevas Cortes una voz nítidamente gallega, sin vinculación orgánica ni dependencia jerárquica de ningún partido de ámbito estatal, si bien decidida a hacer causa común con el resto de las fuerzas transformadoras que quieren, en palabras de Bescansa, cambiar el software del sistema político español. Tanto para los de Beiras como para los de Yolanda Díaz, Podemos debe cambiar de actitud y sobre todo asumir que los buenos resultados de la Marea Atlántica, de Compostela Aberta o de Ferrol en Común se deben en gran medida -amén de que el horno estaba para bollos- al esfuerzo y a la generosidad de movimientos cívicos y personas que a título individual, como líderes sociales en sus ámbitos de actuación, se embarcaron en un empeño que no coincidía exactamente con sus coordenadas ideológicas ni con sus propias y legítimas aspiraciones.

Por más que sectores afines o del entorno frentista estén impulsando el movimiento para una candidatura "nacional" gallega, la dirección del Benegá no traga. Vence, Lobeira, Jorquera y los santones de la Upegá tienen fijada una posición incompatible con los planteamientos de Podemos tanto como con lo que postulan los actuales socios de AGE. Los animadores del Banquete de Conxo 2.0 y de la Iniciativa pola Unión quieren articular una candidatura gallega soberana, sin ataduras en Madrid. Nada de ser satélite ni delegación territorial de nadie, ni siquiera de otras fuerzas antisistema por más que coincida con ellas en los aspectos esenciales de la estrategia de acoso y derribo del régimen constitucional del 78.

Así las cosas, parece que no se tardará en descartar la idea de una gran marea gallega, plural pero inequívocamente nacionalista, a pesar de los mareos de perdiz a los que asistiremos en las próximas semanas. El resto de las incógnitas se mantendrán, como ya casi es costumbre en estos casos, casi hasta el tiempo de descuento. Ya veremos hacia dónde se decanta Anova, algo que dependerá sobre todo de la voluntad de Beiras, como habrá que ver si Esquerda Unida, por su cercanía a Podemos, está dispuesta a firmar el acta de defunción de la moribunda AGE a un año vista de las elecciones gallegas.

Salvo sorpresa, lo más probable es que a la izquierda del Pesedegá haya al menos dos listas peleando por el electorado que cuatro años atrás dio dos diputados al Bloque más el que apoyó a la IU gallega y a otras opciones radicales minoritarias. Y no hay que descartar que sean tres las candidaturas rupturistas a la gallega. Aunque conoce bien a sus clásicos, el colectivo de independientes que promovió la manifestación unitaria del 25 de Xullo y que ahora lucha por el frente común apartidista, inasequible al desaliento, se aferra a la esperanza de poder trasladar a las urnas de este invierno el calor de la unidad que hizo posible aquel hito histórico. Es difícil, pero sí se puede, parece ser su lema.