El mal no tiene cuernos y rabo. Son las peores actitudes de todos, sumadas, amalgamadas y así potenciadas, las que provocan situaciones altamente perjudiciales, y a veces hasta letales, para terceros. Y media tanta distancia física y conceptual entre unos y otros que, muchas veces, no es fácil relacionar causa y efecto. Pues bien, con el ánimo de acercarlos un poco va este artículo, sobre un tema sugerido por mi amiga Sabi. Va de algo complejo, en el que se dan pequeñísimos avances, pero en el que no conviene un paralizante pesimismo total ni, por supuesto, bajar la guardia. Hablamos de conflictos como los que hoy laceran la vida de población civil en Siria e Iraq, por ejemplo, y del tráfico y venta de armas. Menudo binomio, altamente relacionado. Ahí es nada. Pasen, pasen y vean...

Y empezaré haciendo una mención a las campañas de sensibilización y denuncia Vidas Minadas, Armas Bajo Control y Adiós a las Armas, en las que por cierto tuve la ocasión de trabajar con personas de toda España de organizaciones como Greenpeace, Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras y Oxfam Intermón, con el apoyo de la Cátedra Unesco, bajo la dirección de Vicenç Fisas y un estupendo equipo de trabajo. El más conocido y mediático de todos sus miembros hoy, seguramente, es Raül Romeva. ¿Les suena? Efectivamente, estos días es noticia por estar muy implicado en la política catalana. Pues ahí estaba él, hace unos años, tratando de mejorar el mundo desde la regulación y el control de las armas ligeras, tarea que siguió promoviendo con ahínco después desde su posición de eurodiputado.

Pero sigamos la referencia a aquellas campañas, que ponían el dedo en la llaga. ¿Y cuál es esta? Pues la de la venta ilícita de armas a países escenario de conflictos y graves crisis humanitarias. Una práctica triangular que, como denunció Gervasio Sánchez cuando recogió el Ortega y Gasset de fotografía, han permitido todos los gobiernos que tuvo este país. Y que, a la postre, es una de las causas de la tragedia humanitaria -no lo disfracen con otras palabras- que hoy llama a las puertas de Europa. Sí, si Siria se desangra y se descoyunta es por diferentes factores, que tienen que ver con luchas entre actores internos entre sí, de estos contra el régimen, y el complejo juego de poder que se da hoy en esa región siempre caliente del globo. Y, más allá, tensiones todavía más importantes donde no hay que dejar de echar el ojo a la siempre omnipresente guerra entre las potencias más grandes, que toman sus posiciones también a partir del apoyo a unos o a otros. Con todo, diferentes ejércitos, grupos y grupúsculos armados, muchos de ellos clientes fieles en las catacumbas del mercado de las armas. Y, por detrás, fabricantes y connivencia de estados que permiten el aprovisionamiento de tal material letal, fabricante de horror y de verdaderos zombies. Y claro, de tales mimbres... surgen verdaderas tempestades.

Así, mientras en nuestro tenue y evanescente mundo pensamos que no pasa nada, actos nuestros cotidianos e inocentes pueden estar relacionados con tal tráfico de armas. Si tiene usted cuatro duros, ponerlos en este o aquel fondo de inversión puede marcar la diferencia, porque algunos sí tienen que ver con el tráfico de armas. Y es que no todas las empresas que fabrican armas y sus distribuidoras siguen un código ético claro, que frene la exportación de las mismas a lugares donde se conculcan y violan flagrantemente los derechos humanos.

Y ello, como digo, con la connivencia, la permisividad o la pasividad, según el caso y el país, de estructuras oficiales que, en ocasiones, anteponen el "crear empleo" al "parar la muerte de inocentes".

Ya saben cómo termina la película. La gente huyendo despavorida y nuevos kilómetros cuadrados de "tierra quemada", de lugares inhóspitos, donde vivir es un infierno, y morir, a veces una liberación. O eso o salir con lo puesto con tus cuatro hijos, que aunque alguno se quede por el camino, siempre es mejor que un final atroz con tiros descerrajados por armas fabricadas en países lejanos, orgullosos y "pacíficos".

Termino. Y lo hago recordándoles una vez más las palabras del economista Arcadi Oliveres: las causas de las guerras son de tres tipos. Económicas, económicas y, a veces, económicas... Que no les engañen. Todo está bastante clarito. Solo hace falta leer entre líneas, y saber cuál es el verdadero trofeo geopolítico en esta vorágine de destrucción con un guión a varias bandas, y varios conflictos con sus actores, objetivos y horizontes bien presentes. Es algo que no se puede banalizar ni simplificar. Si se simplifica, se pierde toda la lógica subyacente. Y se pasará del conocimiento de la complejidad, multifacética y densa, a una mera caricatura comunicable de la misma, como tantas veces en esta nuestra sociedad postmoderna...