En nuestro afán de novedades no debemos cansarnos de repetir las cosas importantes. Aún queda por aparecer el premio gordo. El que termine de desenmascarar casi 40 años de pujolismo. El que conecta a Pujol con Artur Mas, su albacea. Todo el mundo sabe que el separatismo catalán y sus porcientos tienen infinidad de paraísos. Y que a Lienchestien, Andorra o las Caimán el dinero no llegaba solo. Entonces, ¿porqué no aparece el dichoso papelín? No es solo que los muchos procedimientos abiertos estén parados y que la justicia dé triste sensación de estar parada y a la expectativa. Es que ni siquiera los recibos y la sentencias servirían a los fundamentalistas, los del pensamiento único, los que piensan con un solo hemisferio, los que no atienden a razones ni las necesitan, aquellos a quienes basta la acción directa y van a los mítines a pensar con la laringe y o a oír lo que quieren oír. Los que no tienen nada que perder porque nunca han intentado ganar nada ven en la ruptura la única posibilidad de conseguir un trozo de los puentes que Mas ha dinamitado para dificultar que la Fiscalía o la Agencia Tributaria le echen el guante. Los separatistas se extrañan y algunos se ofenden porque el resto de los españoles se pronuncien sobre España, lo que siempre ha sido y lo que algunos intentan que deje de ser. Los Pujol y los Mas sabían lo que se les venía encima y de ahí su huida hacia delante porque el expolio de Cataluña y de los catalanes no podía continuar y el Estado y los servicios de información se les echaban encima. Artur Mas está llamado a ser agraciado con el premio gordo, "la Pedrea de la Pedrera". De ahí la radicalidad de este proceso, sus desafíos, la altanería y el discurso ambiguo, cínico, y provocador. Hace ya meses que el nacionalismo llegó a esta conclusión. Solo la independencia garantiza la inmunidad. Otra cosa es que tener un pie en cada lado les permita negociarla. Seguimos buscando el papelín.