Con el Código Penal y el 155 en el horizonte, se estanca en Cataluña el proceso a la espera de que la CUP y Junts resuelvan sobre Mas a cuyo gobierno en funciones no permite su ley impulsar nuevas leyes ni aprobar los Presupuestos. El Tribunal Superior de allí podría darle al presidente el empujón final, pero hace un año que la querella por la consulta del 9-N de 2014 presentada por la Fiscalía duerme entre estudios e informes interminables e innecesarios ante la pública evidencia de responsabilidades. ¿Hasta cuándo? Dejémoslo ahí hasta nuevas noticias y vamos con quien las da a diario.

En junio de 2014 tras las europeas escribí por primera vez sobre Podemos y desde entonces he reiterado que es flor de un día, sin organización que se parezca a un partido serio y sin un programa que merezca tal nombre. Podemos es hoy solo un líder cínico como pocos que ha cambiado sus planteamientos de arriba abajo sin importarle un pito. Se ha deshecho de Podemos. Iglesias, a quien por cierto no entiendo por qué, no siendo ya siquiera parlamentario europeo, recibió Rajoy en Moncloa para hablar de Cataluña, ha pasado el año y medio desde las europeas haciendo bolos por las televisiones sermoneando sobre la nada al servicio de sí mismo y para irritación de IU y del PSOE, no sé en interés de quién si tenemos en cuenta las teles que más lo promocionan. Venía a derrotar a la UE y al capitalismo, a regenerar la política, a ejemplificar con Podemos, para vergüenza de la casta, qué es un funcionamiento democrático, a iniciar un proceso constituyente y a resolver el lío catalán negociando y convenciendo a la gente. Se abrazó a Tsipras, ¡otro que tal!, y se despidió del Parlamento europeo, sin dar allí un palo al agua, poniendo de vuelta y media a gobiernos, instituciones y parlamentarios que se esfuerzan en mejorar Europa. Últimamente hasta se define, al modo de Rajoy, como portavoz del sentido común, ¡si Balmes levantara la cabeza! En las autonómicas y locales enredó cuanto pudo aliándose deprisa y corriendo con ilusos y disparatados y lo hizo con bastante éxito, con mucho para hacerlo sin tener partido porque ilusos y disparatados son incontables en este país. Sus últimas decisiones están demostrando la arrogancia y la determinación de su dedazo a espaldas de sus círculos y sus asambleas. Anda fichando estrellas de la milicia, el derecho constitucional, la medicina y las letras. Las que él decide y asignándoles carteras. Ha convertido a Podemos en una élite guapa, ¿les obligará a cobrar solo el triple del salario mínimo interprofesional?, sin más utilidad que la de epatar. Iglesias ha puesto rápidamente en práctica el consejo de otro político antisistema del mayo francés del sesenta y ocho, Cohn Bendit, parlamentario europeo de los Verdes, que se despedía de la política a sus setenta años diciendo "no tengan miedo de combatir las tonterías de los extremos", es decir, de las tonterías que él mismo había vociferado por Europa cincuenta años atrás. Iglesias se ha revuelto contra sí mismo y sus sandeces mucho antes. En año y medio quiere entrar en la casta y ser ministro, en concreto, vicepresidente con Pedro Sánchez. A juzgar por las amistades del PSOE en gobiernos autonómicos y Ayuntamientos, no sería de extrañar que Sánchez e Iglesias anden ya dándole vueltas al asunto. Si Sánchez cree que semejante pacto se parece al que felizmente mantuvieron durante años PSOE y PCE/IU va listo porque Iglesias y sus estrellas son refractarias a la disciplina y al segundo plano. No se equivoque Sánchez.