En vísperas del 20-N, el Pesedegá está intentando reconducir el llamado caso Martínez. Los socialistas coincidieron con el PP en nombrar al díscolo alcalde de Becerreá vicepresidente de la Sociedade Urbanística Provincial de Lugo (Suplusa), un organismo de la Diputación encargado de gestionar más de seis millones de euros al año. Él no tendrá capacidad propiamente ejecutiva, pero su posición será decisiva a la hora de adoptar acuerdos. En su mano estará inclinar la balanza en uno u otro sentido dada la correlación de fuerzas entre el gobierno bipartito y la oposición popular. Al Bloque la decisión del inesperado nombramiento no le ha gustado un pelo, ni le huele nada bien, de ahí que decidiera votar en contra.

Fue el propio presidente de la Diputación, su "compañero" -y todavía amigo- Darío Campos, quien formalizó la propuesta, que para nada parece sorprender a Manuel Martínez. En su opinión, cabe poca duda de que se trata de un claro, y lógico, intento de aproximación del PSOE a su persona. Un gesto de buena voluntad. Y es que, a pesar del expediente disciplinario y la amenaza de expulsión, varios de los miembros del grupo socialista en el Pazo de San Marcos confían en conseguir que la oveja descarriada vuelva al redil más temprano que tarde. Como es lógico, porque no puede decir otra cosa, el interfecto no lo ve tan fácil, ni cree que un arreglo de ese tipo se vaya a materializar de un día para otro. Pero se hace camino al andar.

Sin embargo, tampoco falta quien ve incluso ciertas ventajas estratégicas en el hecho de que Manuel Martínez figure formalmente como diputado no adscrito o independiente al menos durante un tiempo. Su posición como árbitro entre la coalición gobernante y el PP, puede servirle a los socialistas para "poner al Bloque en su sitio", es decir, para bajar los humos a los frentistas a la hora de intentar hacerse con una cuota de poder desproporcionada respecto de su reducida representación, o cada vez que intenten imponer sus criterios en asuntos trascendentales o sensibles desde esa posición minoritaria.

Desde otra perspectiva, lo que ya ha quedado claro es que, si quiere jugar a eso, el "tránsfuga" Martínez, mientras lo sea, goza de una posición privilegiada para tender puentes entre PSOE y Partido Popular. De ese modo haría posibles grandes consensos y acuerdos de los grupos mayoritarios en los temas que les interese o les convenga a ambos y que él vea con buenos ojos. Por descontado, que es al Benegá a quien menos le gusta esa posibilidad, que no podrá ser rentabilizada o capitalizada por ninguno de los partidos y sin embargo puede resultar muy beneficiosa para la institución y para los lugueses en general.

Hace ya tiempo que Besteiro intenta mantenerse al margen de lo que sucede en la institución que presidió durante ocho años y que le lanzó a la primera línea de la escena política gallega. Parece convencido de que meter su mano en ese avispero no es bueno para él, porque le desgasta inútilmente, y encima no está claro que su intervención directa pudiera servir para, si no resolver, al menos encauzar el problema. No hay que perder de vista que don José Ramón hace ya tiempo que no controla el aparato provincial de su partido, ni de forma directa ni por persona interpuesta. La situación orgánica ha llegado a tal punto que el PSOE lugués es como un reino de taifas, sin un referente claro y aceptado por todos. Cada líder local va a su aire. Parece milagroso que no haya más conflictos. Debe ser el efecto balsámico del poder institucional, que es mucho el que a día de hoy administran los socialistas en el antiguo feudo de Charrarro.