La tarde del 5 de enero era enterrado Galdós, después de largos padecimientos; aunque dicen sus próximos que la muerte fue mucho más benévola con él que los últimos años de la vida. Recordemos que había sido Electra (1901), el último éxito teatral de Galdós realmente impactante, había sido un duro alegato contra los poderes de la iglesia y contra las órdenes religiosas que la servían en un momento histórico en el que en España, tras los avances liberales del periodo 1868-1873, crecían de nuevo las influencias de los intereses políticos del Vaticano.

Aquella bofetada, que para asombro del propio Galdós fue mucho más sonora de lo que él había esperado, encendería la mecha de una conspiración que, al cabo de los años, se volvería contra él vetándole para el Nobel de Literatura.

¿Qué mutación se produjo, en España y en Galdós, para que a los veinte años del estreno de Electra podamos encontrar a su autor abatido moralmente, solo y abandonado de los mismos que le exaltaron? Cierto que había pasado mucho tiempo y que algunos jóvenes exaltados del 98, Azorín, Baroja o Maeztu, ya solo se veían en el ABC, y otros como Valle le dedicaron el apelativo de garbancero.

En ese clima de soledad y olvido transcurren los últimos años del novelista, en una España liberal a su estilo, que atravesaba momentos dramáticos. Ninguno de los órganos de poder ejercía sus propias funciones. Los gobiernos no gobernaban con regularidad; ni conseguían sostenerse ni acababan de caer, porque no encontraban fácilmente sucesor a quien traspasar la triste herencia. En el tránsito de 1919 a 1920, ocupaba el poder un Gobierno puente de concentración parlamentaria, presidido por el conservador Allendesalazar, que no tenía más objetivo que la aprobación de los presupuestos. España era un semillero de conflictos y discordias.

El desorden público se hallaba directamente relacionado con el problema social. El enfrentamiento de clases revestía caracteres de inusitada violencia física propiciada por las fuerzas patronales, por el capitalismo feudal.

Entreverado encontramos el problema religioso, solo un ejemplo, Alfonso XIII, en mayo de 1919, consagra su reino al Corazón de Jesús, en el cerro de los Ángeles, para actualizar aquello de Dios, Patria y Rey.

Era evidente que en ese final, don Benito podía dar doctrina a todos los recién llegados, como a los que hoy se hacen socialdemócratas en cursillos por correspondencia para dar lecciones solapadas (aquellas que se aprenden leyendo las solapas de los libros) para solucionar los mismos tres problemas que tenemos desde hace más de un siglo.

Aquel 5 de enero de 1920 las autoridades no sabían qué hacer, los modernillos, tampoco; donde sí lo sabían era en las organizaciones obreras. Después de la despedida oficial del duelo, el gentío prosiguió la marcha a pie. Los obreros y menestrales rodearon masivamente y acompañaron en silencio la carroza hasta el lejano cementerio de la Almudena. El pueblo madrileño sí conocía a los suyos.