Los tiempos pasan. Las incógnitas no se despejan. Todo sigue igual, aunque se halla cambiado de actores. España ya no es bicolor. Las elecciones generales del 20-D han modificado, sustancialmente, el espectro político y lumínico, con la aparición de un Arco Iris doble que cambia el tablado hispano, permitiendo escenificar, visualizar y promover nuevas fórmulas, en donde las tonalidades políticas están muy definidas. Por lo tanto, la salida conjunta a la palestra, de los distintos grupos parlamentarios, será un reto para sus intérpretes, por sus divergentes convicciones ideológicas de muy difícil acoplamiento.

Cada día que pasa y se revisan los despachos de las sedes del PP, aparecen montañas de documentos (facturas contratos y grabaciones) en los cuales se perciben posibles anomalías que promueven la intervención de los poderes judiciales, de la Guardia Civil, Policía, fuerzas sociales y analistas políticos que, a la vista de los latrocinios encubiertos, muestran un panorama, en todo el territorio hispano, humillante. Es dramático y vergonzante que el partido conservador y sus cabecillas estén en la cuerda floja; unos investigados y cesados por el caso Naseiro (1989); otros, implicados y procesados por la Gürtel, Acuamed y, de momento, el escandalazo del cobro de comisiones en el País valenciano, que es como una fosa séptica, una cloaca, nunca depurada. La continua y constante aparición, en lo aledaños del PP, de corruptos y corruptores se asienta en casi todas las CCAA y Ayuntamientos, en donde los populares sean, o hayan sido, cargos públicos. Con esta imagen de podredumbre galopante ¿qué partido?, ¿qué político se presta a pactar un gobierno con Rajoy y sus mesnadas? Por lo tanto, resulta infumable la postura de la llamada vieja guardia socialista. ¿Quién son Bono, Guerra, Corcuera y Solchaga?, y algunos más. Simplemente fueron, ahora son historia. Es claro que están ciegos, muy pasados de vueltas. Ahora bien; de una parte, lo que más rechina son las manifestaciones de Felipe González exigiéndole a Pedro Sánchez que pacte un gobierno con Rajoy o lo deje gobernar absteniéndose en la investidura, evitando así la convocatoria de nuevas elecciones generales. Tales "consejos" son una burla a votantes, militantes, simpatizantes socialistas y un insulto a la trayectoria histórica del PSOE. Por otra parte, la pertenencia de los citados, en amor y compañía de exministros del PP y UCD (Eduardo Zaplana, Marcelino Oreja, Rodolfo Martín Villa y otros), a la Fundación España Constitucional, cuya composición democrática es más que dudosa, invalida los comunicados conjuntos y sus propuestas sobre la gobernabilidad del Estado. Esta pandilla debe creerse un gobierno en la sombra.

En el revoltijo nacional han surgido, con más menos fuerza, dos partidos. De un lado, en Catalunya, Ciudadanos (brazo diestro de la burguesía catalana) con la intención de dar el campanazo y hasta la fecha solo sonó la campanilla. Tienen pocos reparos. Están a los restos. Por otro lado, en toda España, Podemos, formación que tiene mucho de asamblearia, propugna un gobierno despótico y autoritario y su única meta es que se convoquen nuevas elecciones generales. Como quiera que sus alianzas electorales (en Galicia con En Marea, en Valencia con Compromís y en Catalunya con En Comú) han sido un bluf y un fracaso político, Pablo Iglesias y su plana mayor, creyeron que podrían articularse en cuatro grupos parlamentarios, pero el Reglamento de la Cámara se lo impidió y quedó con el trasero al aire. Lo único que ha podido constituir ha sido un grupo confederal propio, con gallegos y catalanes, ya que, Compromís, juega aparte sus posibilidades para formar grupo parlamentario. Esto es lo que hay y le concierne al PSOE. O un acuerdo encubierto con la derecha, sería vergonzante, estaría descartado por todos los actores políticos o un acuerdo con la izquierda, improbable por la intransigencia y pretensiones extremas de los podemitas y sus ansias de calentar los escaños del Congreso.