Si Sergio Leone viviese, a buen seguro hubiese escogido a Pedro Sánchez, Mariano Rajoy y Pablo Iglesias para escenificar los personajes del Bueno, el Feo y el Malo, aplicándoles tal calificativo, por su modus operandi en política. Han pasado más de 70 días (del 20-D al momento actual) y las negociaciones iniciadas por Sánchez el dialogante, se han estrellado contra el fanático e irrepresentable Rajoy y tropezado con el filibusterismo de Iglesias. Después de toda aquella parafernalia, de gamberrismo verbal, de filigranas, dimes, diretes, ataques y contra ataques, ni hay un vencedor ni gobierno. La lucha continúa y el trío citado, inicia, de nuevo, la búsqueda del sepulcro, lo que ocurre es que dentro del sarcófago no hay ningún tesoro pero la sepultura está abierta para recibir el cadáver español.

Poco o nada nuevo que comentar. De lo único que se puede hablar es de la liquidación, prácticamente, definitiva de Mariano Rajoy y no porque esté políticamente amortizado, sino por sus vanos y continuados intentos de envolver el entramado de corruptos y corruptores que, diariamente, surgen en el PP y aledaños. Por otra parte sus silencios deshonestos sobre aquellas vergonzantes actuaciones han dañado gravemente la democracia. Es inexplicable que a medida que surgen nuevas mafias económicas y escándalos de corrupción, un buen número de ciudadano los aceptan como un mal menor y ello se debe a la falta de agilidad y de penas ejemplares en los procesos judiciales. Hasta la fecha se ha visualizado un alto grado de permisividad por parte de los conservadores apoyados por la FAES y los estamentos eclesiales y, lo que es peor, por muchos de sus cargos políticos internos y públicos honestos pero que callan y aplauden los desmanes cometidos por otros compañeros de filas y silenciados alevosamente por Mariano Rajoy, al que, como vulgarmente se dice: "le quedan dos telediarios". Sus silencios, tozudez, ambición, inmovilismo y desafección al pueblo, son una de las principales causas que provocaran una nueva confrontación electoral.

En todo este dislate: capítulo aparte, merece Pablo Iglesias. Va por la vida de izquierdista. De puro. De idealista. El hacer y comportarse de este avispado listillo se asemeja al de un chulo de barrio, que intenta mangonear al personal imponiendo una dictadura de izquierdas autoproclamándose amo y señor del cotarro. Lo de este caballero, de trenza rápida, es una sucesión de exigencias personales obviando que día tras día las deserciones en las maltrechas filas de Podemos, ponen en evidencia la endeblez de la estructura orgánica e ideológica de una formación asamblearia que solo aspira a ocupar puestos que le den lustre a sus maliciosas ambiciones políticas. Lo que ha intentado y sigue intentando, antes de sentarse a negociar políticas para el pueblo y con el pueblo es: que Pedro Sánchez (antes de ser investido presidente del gobierno), le nombre "vicepresidente primero" de un ejecutivo de izquierdas y tal aspiración no es la de un dirigente decente, sí la de un cara dura. Ante este yermo escenario, poco o nada pueden hacer los bailarines de C's, que serán muy buenos ciudadanos, pero ante la tormenta imperfecta que se enseñorea por todo los recovecos hispanos, están más perdidos que un enjambre en medio de uno de los casquetes polares. Hemos vivido un proceso lamentable. El camino tiene un trazado sinuoso y unos tremendos desniveles que habrá que salvar con complicados viaductos. Quedan dos meses y de no llegar a acuerdos (entre los partidos citados) acabaremos de nuevo en las urnas, con los mismos protagonistas, resultados similares y la autovía sin hacer. Se vislumbra un futuro muy oscuro.