León de Aranoa, reconocido director de cine, ha filmado Política, manual de instrucciones, un documental sobre los dos años de vida de Podemos sin esconder nada, los momentos buenos y los malos del nuevo partido. Entre quienes lo han visto hay detractores para los que el documental es pura propaganda y quienes lo vieron útil para quienes queremos conocer cómo ha sido posible el fenómeno Podemos. Un fenómeno nacido en las plazas y liderado por jóvenes desconocidos que en dos años se ha plantado como real alternativa de gobierno tras su unión con IU. Dejo a un lado a los detractores que traducen su desconcierto ante el fenómeno en insultos a Iglesias y compañía y me quedo con los comentarios que respetan la labor profesional e independiente de León de Aranoa, que declaraba el viernes que Podemos aceptó su premisa: acceso absoluto a todo lo que ocurriera y libertad completa de montaje. "Ha habido otras 15 o 20 veces en que pensé, ahora es cuando nos echan de la habitación", dice Aranoa. Pues bien, dicen los comentaristas que el documental acerca con objetividad a la transformación de un movimiento en partido de éxito porque trae ilusión, novedad, arrojo, debate, denuncia y la fuerte convicción de que es posible cambiar las cosas. En suma, los mensajes que esperaban como agua de mayo millones de parados, de zarandeados de un modo u otro por la crisis, de indignados con "la casta", sus corrupciones, sus puertas giratorias y su infinito cinismo. No estoy valorando sino simplemente describiendo el porqué del éxito de Podemos que es, en definitiva, el meollo del asunto: que millones de ciudadanos, la mayoría jóvenes frustrados por un futuro peor que el de sus padres, muchos nunca interesados en la política y sus condicionantes y casi todos creyendo que con sólo querer se puede, hayan apostado por Podemos y sus socios contra los partidos tradicionales, nacionales y nacionalistas. Y que hayan apostado así sin importarles un comino Venezuela e Irán, que las cifras económicas no son de chicle, que la UE no es un fantasma ridículo, que Podemos promete una cosa y la contraria, que la Constitución y las leyes no se tejen y destejen a capricho y que enfrente tienen un sistema victorioso desde hace siglos. ¿Por qué, entonces, la apuesta por Podemos? No tengo la respuesta, claro, pero uno de los motivos apunta, a mi juicio, a la decepción profunda que las conductas de la socialdemocracia han terminado provocando en millones de sus votantes de siempre. Conductas de alcaldes, de ministros y de importantes socialistas escandalosamente enriquecidos han alimentado el éxito de Podemos. ¿Por qué no las conductas iguales o peores de ilustres del PP, de CiU o del PNV? Porque, justa o injusta, es dominante la opinión de que esas conductas le cuadran a la derecha pero no deberían ser copiadas por la izquierda que predica valores y no intereses. Ingenuidad o no, pero por algo estará el PSOE como está.

Claro que, llegado al gobierno, Podemos no daría a sus gentes la luna en la tierra. Dijsselboem, presidente del Eurogrupo y socialdemócrata, se confiesa admirador de Tsipras porque ha sabido ser pragmático al pactar reformas con la UE, léase ajustes, manteniendo el apoyo de sus votantes. Es muy buen político, ha dicho el holandés. Iglesias, ya saben, se mira en el griego y habrá leído a Dijsselboem así que, si llega a la Moncloa, hará lo que Tsipras y entonces será tarde para sus ingenuos creyentes de hoy, y para el PSOE como lo fue para el PASOK, que no saben que la campaña de corazón de colores de Podemos es una estrategia para ganar, luego gobernaremos, ha dicho Anguita el califa, en tiempos también pragmático pero honrado alcalde de Córdoba.