Algunos socialistas reconocen ahora que han desbarrado en su oposición al PP. Un poco tarde porque lo llevan haciendo desde aquel cordón sanitario del Pacto del Tinel con el independentismo en 2003 en Cataluña, cuando abominaron del PP como de la peste. Y en ello siguen. Para muestra el rechazo de Iceta al ofrecimiento de Albiol en Badalona y su rabioso y general no es no a la investidura de Rajoy. Hoy, al borde del precipicio y destrozado el partido, preparan una abstención desleal y bochornosa que Rajoy no debería aceptar. Una abstención que no quiere una militancia educada en el radical rechazo al PP al que culpan de todas las consecuencias de una crisis sobredimensionada. Nada bueno le han reconocido los socialistas al gobierno de Rajoy como no se lo reconocieron al de Aznar, al de Feijóo o al de cualquier presidente autonómico o alcalde del PP. Todo lo hacen rematadamente mal estos populares que son la derecha más extrema y autoritaria de Europa. ¿Por qué iban los militantes a aceptar la abstención si hace nada la rechazaba por unanimidad el Comité Federal?

Los dirigentes, al borde del precipicio y roto el partido, defienden la abstención con argumentos falaces. Dicen que por el bien de la democracia y de España y por respeto a los españoles, que es tanto como reconocer que hasta ahora todo eso les importaba un bledo. Pero además, ¿qué puede haber más democrático y más respetuoso con los españoles que unas elecciones que les dé la ocasión de deshacer el lío en que, entre todos, votantes y diputados, nos hemos metido desde el 20-D? ¿Qué conviene a España con más urgencia que un gobierno que gobierne en plenas facultades y un Congreso que lo controle sin maniatarlo y que coopere sin caer en la confrontación sistemática? Los socialistas se proponen la abstención con un talante nada democrático, lleno de rabia y cinismo, que dé lugar a un gobierno débil preso de una oposición en mayoría que hará saltar por los aires, deconstruir dice con cursilería Madina, toda la obra política de los cuatro años de gobierno de Rajoy cuyos presupuestos ni siquiera apoyarán. Una abstención para investir a un gobierno y obsequiarle con una legislatura infernal. Ignoran que el presidente puede disolver un Congreso hostil aplicando el artículo 115 de la Constitución. Solo un argumento sincero manejan los socialistas, el único que, a la desesperada, les convence y con el que esperan convencer a los resistentes del no es no. Las terceras serían un suicidio para el PSOE y hasta podrían dar a Rajoy la mayoría absoluta. Ahí es donde les duele.

Los socialistas están dando el espectáculo pero la cínica jugada de la abstención puede serles de provecho. ¿Por qué? Pues porque, con la incomprensible colaboración silenciosa de Rajoy y su partido, se ha convencido a la opinión pública de que las terceras elecciones serían un disparate, un ridículo internacional, un despilfarro y, así las cosas, resulta que solo los socialistas con su abstención desleal y hasta vergonzosa, como esa de los once diputados socialistas yendo al bar cuando toque votar, nos pueden salvar de tamaño desastre. Tendremos que agradecérselo y celebrar su moderación y sentido de Estado. Entiendo que la aprueben los socialistas en el Comité Federal y la prefieran al suicidio pero, francamente, no comprendo que Rajoy acepte mansamente ser investido de esa forma y sin condiciones en lugar de darnos la oportunidad de votar.