La propuesta del presidente del Parlamento gallego, don Miguel Santalices, en su intento de convencer a determinados diputados autonómicos, que por su atuendo y formalidad presencial parecen mutar en personajes de sí mismos, a reconsiderar su "conducta" no ha sido bien recibida. Las melifluas y razonables observaciones del doctor Santalices recuerdan que una vestimenta apropiada y la cortesía facilitan en grado sumo la vida pública. Vestidos de rebeldía, como acuden al hemiciclo algunos parlamentarios, semejan a los laboriosos fogoneros después de atizar el carbón. Es muy higiénico huir de la estética poligonera y dar seriedad y jerarquía al cargo, condiciones indispensables por la autoridad y representación que revisten (convendría copiasen del feminario político). Difícil tarea la del doctor Santalices, la de cambiar rumbos y estilos a los "progresistas", convertidos en espoliques de inútiles prestaciones. El resultado electoral ha definido el ansia ciudadana de sacudirse el ego pueblerino. Para plasmarlo, el PP debe desterrar su arrogancia; los nacionalistas, salir de su circuito cerrado; el PSG, reorganizarse y los mareantes o podemitas, olvidar su ceguera radical que, casi siempre, esconde cierta cobardía intelectual y cívica. Su discurso "emergente", impregnado de sus propias carencias, los retrata. Hay que batallar en la lucha de las ideas y abandonar el afán de crear una realidad ficticia con la pancarta y el estrépito charanguero. Bloqueiros, nacionalistas y podemitas, en su pulsión antisistema, volverán a airear el Estatuto al que confunden con un listado de competencias. Feijóo, después de cambiarle los biorritmos a la oposición, se ha blindado en la pedregosa parroquia compostelana, salvo cansinas campañas mediáticas personalizadas. La Coruña, a la que desdeña, le dio sus votos; la ecuación no era fácil: Feijóo o nada.

Otrosidigo

Los titulares de los clubes financieros de Vigo, La Coruña y Santiago se han reunido en la ciudad olívica para analizar la convivencia de constituir un solo club, al parecer con sede en Santiago ("ciudad única para todo el mundo"), como se sabe "emporio" empresarial, industrial y financiero de Galicia. Es lo que pregonan los órganos oficiosos, en su gaudeamus monopolístico, cuyo surtidor de saldo y esquina carece de esencia capitalina.