Si observamos los rostros de nuestros ediles, coincidiremos en que el disparate municipal no es ajeno al virus político que se advierte en caras que parecen expresar lo contrario de lo que hacen, prueba reveladora de cómo las ideologías no sirven para cambiar la razón. Caídas las máscaras carnavalescas y haber perdido el lacón sus días triunfales, remedando a Tácito diremos que a nuestros políticos les pone más el cocido que la verdad. Ahí tenemos el socialismo municipal, cuya actividad llamativa es la pirueta utópica. Con la mochila de los mareantes a cuestas, (los socialistas) retiraron la confianza al alcalde y soslayaron la moción de censura para vegetar en un mar sin orilla. Ahora, para disimular su actitud y tratar de envolverla en celofán mediático, siempre con la mochila de la Marea sobre sus hombros, tratan de hacernos ver que se hace lo que no se hacía, al tiempo que dan sostén a ideas fosilizadas. "La verdad es la mentira", proclamó Orwell, testigo directo de la Guerra Civil en Barcelona y confirmaba: "Vi cómo la historia no se contaba en términos de lo que ocurrió, si no en términos de lo que debiera haber ocurrido". El zarzueleo del Partido Popular, en la reciente crisis municipal, no es comprensible, como tampoco lo es que Núñez Feijóo nos quiera endiñar una alcaldable de boutique. Los concejales, como representantes de los ciudadanos, no pueden erigirse en pedáneos de su propia ideología, ni convertirse en pasavolantes de cualquier frivolidad política, ante un calendario de perturbaciones que está a la vista. Defender los intereses públicos ha de hacerse con nociones de respeto hacia sí mismos y hacia quienes representan.

Otrosidigo

La política, entendida como servicio a la sociedad, ha de realizase con la firmeza del sentido común. Por eso causa rubor el abandono del desvencijado mercado de Santa Lucía y del proyecto del centro de salud por la falta de entendimiento entre el alcalde y la Xunta, con grave perjuicio para la populosa barriada de la Falperra y adyacentes. El capricho y la insensibilidad de nuestras autoridades nos llevan a pasar página sobre este asunto porque los políticos serían capaces de hacer culpables de sus fracasos a los vecinos o a los periodistas.