Últimamente parece que vivimos tiempos agrios, en los que a todo se le buscan las vueltas, se malinterpreta y hay que llevarlo al juzgado, como si allí no tuviesen más faenas importantes que ocuparse de mensajes de texto malsonantes, chistes anticuados, burlas más modernas y frivolidades varias. Además creo que está ocurriendo lo que desde hace años se viene llamando efecto Streisand; desde que en 2005 Barbra Streisand denunció a Kenneth Adelman por hacer fotos aéreas en las que aparecía su casa; por supuesto, solo consiguió que un hecho intrascendente pasase a tener gran repercusión mediática, es decir, le salió el cochino mal capado o el tiro por la culata, como gusten usar el refranero.

A poco que hagamos memoria nos llegan al magín persecuciones como la de la inquisición contra el Lazarillo de Tormes convirtiéndolo en un fenómeno sociológico en su tiempo, ediciones clandestinas e, incluso, manuscritas.

También recordarán el berrinche que pilló el magnate de la prensa William R. Hearst cuando lanzó toda su artillería periodística contra Orson Wells y Ciudadano Kane por verse, lógicamente, representado en la película. Hoy todos recordamos a Wells y a Kane, pero pocos a su inquisidor.

Retocar las fotografías para que desaparezcan personas inconvenientes también es viejo truco, desde la famosa arenga de Lenin en la que originalmente aparecía Trosky a la derecha del estrado, hasta que desapareció, primero de la foto y después del mapa; hasta la retocada imagen de la entrevista de Franco y Hitler en Hendaya, que hubo de ser recompuesta por la escasa estatura de nuestro dictador.

Internet y las redes sociales cada vez dan más sustos, recuerden por ejemplo a Mariano Rajoy y su famoso vídeo Viva el vino, que se quiso hacer desaparecer, que se quiso doblar, que se quiso enmudecer y solo aumentó su difusión.

Secuestrar la revista El jueves hace años por una caricatura de los príncipes en situación íntima, hizo florecer reproducciones en todos los medios legales o no.

No sé si alguien piensa que le hace algún favor a las víctimas del terrorismo juzgando a la gente por reproducir antiguos chistes de Carrero Blanco o del Valle de los Caídos, se equivoca, porque la verdad es que el efecto llamada va camino de dejar al Streisand en mera anécdota, casi les sugiero a los de la secta paramilitar El Yunque, su pantalla HazteOír y demás hierbas, que busquen otra táctica.

Que se ocupe tanto espacio en las noticias con estas aparentes cortinas de humo para desorientarnos, es grave, pero es más aún cuando son verdaderos aludes de nieve para sepultarnos; pero creo que ya es un poco tarde para ahogar la libertad de expresión. De todas formas puede ser que reverdezca el tono de La Codorniz, aquella revista que se publicaba cuando reinaba un fresco general llegado del N.O. y se enseñaba la regla de tres con el sillín es a sillón como cojín es a X y me importa 3X que me cierren la edición.