Los políticos continúan con la torsión del lenguaje en el escamoteo de la realidad y en esa moda americana de la abreviatura de las palabras que nadie duda en imitar. Y en la ocultación de la vida misma, registramos las manifas que evidencian cómo la sociedad, al no encontrar cauces para resolver sus problemas, se lanza a la calle para mostrar su desasosiego, es decir, hacer política sin políticos. Realmente, en política todo lo que parece es, pese a las creencias de los gobernantes de que el pueblo traga sin objetar sus pautas de conveniencia. El voluntarismo no es suficiente y mucho menos los fuegos fatuos, cuando los dirigentes se organizan en grupos de poder somnolientos en la utopía, cuando la historia es más divertida. Ejemplos de distorsión de la realidad nos llevan al ministro-benefactor que nos quiso convencer: "La subida de la tarifa eléctrica respetará los intereses de los consumidores", hasta llegar a la Generalitat que, en la "nueva cultura", eleva el precio de las bebidas gaseosas "para luchar contra la obesidad". Aquí nos hablan de "remunicipalizar", de momento, las bibliotecas. En el bipartito municipal se proclamó la diversidad de los volúmenes que poblaban sus anaqueles y nos aseguraban: "Todos los libros están escritos en gallego". Como se observa, las palabras suelen ser vengativas si sus conceptos se vinculan a circunstancias temporales, porque suelen desembocar en una ortografía obscena. En la función pública, en beneficio del interés general, hay que superar las limitaciones de la propia ideología, porque la Cultura (con mayúsculas) es libertad.

Otrosí digo

Leiceaga, líder socialista, pregunta en el Parlamento gallego por el incumplimiento de la ley gallega de Medios Públicos de Comunicación (2011). Feijóo responde: "Hay que felicitar a los trabajadores de la Crtvg por hacer con 90 millones lo que ustedes hacían (durante el bipartito) con 140". Al periodismo se le pide reflexión y autocrítica, y esmerarse en el lenguaje, que no envuelva el pan artificial de los maniqueos o escamoteadores de la verdad. Ante una cámara o un micrófono, hay políticos capaces de todo menos de decir la verdad. La palabra culta es el espejo de conducta limpia, porque la claridad aliada a la razón hace la verdad inmutable. Los políticos deben distinguir el poder de la televisión de la televisión del poder.