Buenos días. Tenía pensado titular el artículo con una frase más larga que la que finalmente les propongo. Sería algo así como "Contradicciones económicas de actores globales en un escenario local". Pero me ha parecido un poco extensa, y de ahí su versión final más corta. Pero va bien dedicar estas primeras líneas a concretar de qué hablamos y a quién se lo achacamos... Ahora, si les interesa, pasen y vean.

La cuestión tiene que ver con la nueva corrección al alza del Fondo Monetario Internacional sobre los números macroeconómicos de España. Nos dicen que creceremos aún más de lo que estaba previsto, hasta alcanzar un 3,1% del PIB este año y que las cosas, por tanto, van incluso mejor de lo esperado. Ciertamente, nadie puede discutir esos indicadores generales, en tales términos macroeconómicos. Son así, sin vuelta de hoja. Pero, cuando se entra en la letra pequeña, empiezan los problemas. Tomen nota de que esa misma institución propone que, a pesar de tales números mejores, es necesario que se terminen de ejecutar las reformas emprendidas, y que se supone han propiciado dichos cambios. El FMI, una vez más, plantea subir el IVA -la sempiterna canción, descartada por el Gobierno ya en más de una ocasión-, así como avanzar en el retraso de la edad de jubilación.

Pero fíjense que es otro actor con voz propia y mirada extensa, la Unión Europea, el que llama la atención sobre la desigualdad que se está creando en España en todo este proceso posterior a la gran crisis. Y es que no es para menos. Bruselas lo dice y, en particular, su comisaria de Empleo y Asuntos Sociales, también. Se crea empleo, claro que sí. Pero su efecto en términos de lograr una cierta redistribución de la riqueza, hoy en nuestro país, es verdaderamente limitado. O, incluso, contrario a la misma. El empleo generado, en muy buena parte, es más precario y, sobre todo, mucho peor pagado que en el de los años previos. Se genera incremento del PIB, sin duda, condición necesaria para la tan ansiada recuperación. Pero falta la condición de suficiencia, y es que tal incremento redunde, al menos en una parte considerable, en una capacidad de consumo y estabilidad para las familias, que aportan el trabajo en esa ecuación. Eso, hoy por hoy, está lejos de generalizarse, profundizándose en el binomio trabajo asociado a pobreza. Algo que, por los ensayos en otras latitudes -y esto lo conoce bien la institución de Bretton Wood- no nos puede salir bien a largo plazo.

Con todo, se ven contradicciones evidentes en las recetas que los actores globales nos aportan para nuestra mejora colectiva. Contradicciones en sus fórmulas e, incluso, en los efectos evidentes de las mismas en primera instancia. Una subida del IVA, por ejemplo, impuesto indirecto y regresivo donde los haya, provocaría una nueva pérdida generalizada de poder adquisitivo y una retracción del consumo, al penalizar todos los artículos, sin conexión con la capacidad económica de cada cual. Un nuevo retroceso, entiéndase, para la capacidad de llegar a fin de mes para esa buena parte de familias que ni de broma llegan a ello. A cambio, sí, un cierto monto económico derivado de una mayor recaudación por tal subida... O no, al provocar esto una segura caída del consumo o una mayor prevalencia del fraude fiscal... Ya saben, el ¿con IVA o sin IVA?, del que ya hemos hablado aquí más de una vez...

Al tiempo, no sé si el FMI nos habla de abordar de forma franca y abierta problemas enquistados de nuestra economía, tales como la elusión y la evasión fiscal. O el del gasto público más corporativo e institucional, absolutamente fuera de cualquier lógica de sostenibilidad y eficiencia, sin caer en la receta fácil, peligrosa y destructiva del "recorte usted en sanidad, educación y servicios sociales básicos". Me refiero a ese otro gasto público derivado de una Administración prolija y del mantenimiento de estructuras caducas y propias de otra época, en la que se viajaba en diligencia, y que implicaba "concellos" por doquier, una Administración provincial que hoy podría ser subsumida por las instituciones locales y autonómicas, o cámaras de doble lectura sin un mandato claro. O más.

En todo caso, el FMI sigue pontificando sin ser consciente del impacto global de sus políticas, muy alejadas de su lógica fundacional y, lo que es más importante, sin que nadie haya juzgado la eficacia de las mismas en una serie histórica, y en contextos donde hoy, como ayer, el simple hecho de ir viviendo se ha convertido en un ejercicio peligroso.